Si el arte reconoce su valor en el espesor, en las tensiones, en la no linealidad, en lo complejo, la ópera Don Giovanni (ossia il dissoluto punito) es, sin duda, una de sus expresiones más altas. Compuesta por Wolfgang Anadeus Mozart en 1787, a partir de un encargo del empresario Domenico Guardasoni, en la segunda de las óperas que creó junto al genial libretista Lorenzo Da Ponte nada es lo que aparece. Y esa ambigüedad ya aparece en el género. “Dramma giocoso”, lo bautizan sus autores, y es que allí lo trágico y lo cómico coexisten como caras diferentes –ni siquiera necesariamente opuestas– de una misma moneda. El motivo del encargo fue el éxito impactante que el compositor había tenido con la puesta en Praga de Las bodas de Figaro. Y Don Giovanni, la historia de ese “disoluto castigado” cuyas víctimas, en realidad, están lejos de ser mucho mejores que él, une a las riquezas del texto las de una música que se da el lujo de citar al propio Mozart, cuando una orquesta en escena ameniza la cena del protagonista, y que muestra algunas de las más bellas arias y escenas de conjunto jamás escritas. Hoy a las 20.30, en el Teatro Colón, la ópera volverá a escena con puesta del notable Michael Hampe y dirección musical de John Schlesing, el brasileño que edificó el prestigio de la Sinfónica de San Pablo. El elenco estará encabezado por el barítono italiano Nicola Ulivieri, las sopranos Virginia Tola (foto) y Norah Amsellem, y el bajobarítono Eduardo Chama. Actuarán la Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Considerada inmoral por muchos –entre ellos Beethoven–, la ópera fue estrenada en Buenos Aires en febrero de 1827. Fue una de las obras que formaron parte de la temporada inaugural del Colón, en 1908, con Titta Ruffo como el protagonista y Fedor Chaliapin como Leporello. Además de la función de hoy, la nueva puesta se presentará el viernes 16, el domingo 18, el martes 20 de julio, el viernes 23 y el domingo 25.