Martes, 13 de julio de 2010 | Hoy
CINE › COMIENZA UN CICLO SOBRE CINE NIPóN EN LA SALA LEOPOLDO LUGONES
“Yakuzas, ronins, geishas y otros marginales. Cine japonés desconocido” agrupa a diecisiete películas que trazan una historia paralela del país a partir de personajes periféricos. Todos los films serán vistos en copias nuevas de 35 milímetros.
Con un promedio histórico de alrededor de 500 largometrajes anuales, la industria de cine del Japón fue, hasta los años ’70, la más prolífica en todo el territorio asiático. Pero con la excepción de un puñado de nombres y títulos canonizados por la historiografía occidental, o bien adorados por una cofradía de fanáticos del cine de género, el grueso de esa vital e inabarcable producción artística permanece oculto a la mayoría de los ojos del mundo. A partir de una selección guiada por la necesidad del descubrimiento, el ciclo “Yakuzas, ronins, geishas y otros marginales. Cine japonés desconocido”, que comienza hoy en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530), permite conocer algunas joyas ocultas de la historia del cine nipón, al tiempo que acerca una particular historia paralela de ese país a partir del retrato de personajes marginales, descastados o periféricos.
Son los samuráis que han quedado sin amo a quien servir, obligados a vagar por los caminos como ronins en busca de algún trabajo ocasional, los soldados del ejército yakuza que obedecen a sus padrinos en las mesas de juego clandestinas y en la ejecución de órdenes criminales; las geishas y prostitutas que intentan afirmar su individualidad en contra de las reglas de juego sociales. Las películas que integran este programa –algunas de ellas, producciones de gran presupuesto y prestigio basadas en historias tradicionales; otras tantas, ejemplares clase B de enorme riesgo artístico e incluso una realización absolutamente independiente de comienzos de los años ’50, algo inédito por aquel entonces– intentan dar cuenta de la diversidad de estilos a la hora de contar esa otra historia de un país milenario, a través de siete décadas de vida cinematográfica.
El ciclo –integrado por 17 films en copias nuevas en 35 mm enviadas especialmente desde Tokio por The Japan Foundation, con la colaboración del Centro Cultural e Informativo de la Embajada del Japón– arrancará hoy con Duelo en Takadanobaba (1937), de Hiroshi Inagaki y Masahiro Makino.
En esta historia derivada del clásico “Chushingura” (la famosa leyenda de los Leales 47 ronin, que forma parte del código de honor de los samuráis), la estrella del chanbara Tsumasaburo Bando interpreta a un joven ronin demasiado afecto a la bebida. Producido por el estudio Nikkatsu, este breve largometraje de acción anticipa el estilo de montaje veloz utilizado décadas más tarde por Akira Kurosawa. Mañana se verá La vida de Matsu (1943), de Hiroshi Inagaki, también con Tsumasaburo Bando; y el jueves el ciclo ingresará en su séptimo círculo con La calle de la violencia (1950). Su realizador, Satsuo Yamamoto, fue un abierto crítico social y polemista afiliado al Partido Comunista. Como los grandes estudios japoneses se negaban a apoyar sus proyectos políticamente explícitos, terminó convirtiéndose en un pionero de la producción independiente en su país. Inspirada en un informe sobre los nexos entre los clanes yakuza, la policía y los gobernantes de Tojomachi (un suburbio de Tokio), La calle de la violencia recrea la cruzada de un periodista en contra del crimen organizado. Para conseguir verosimilitud documental, los realizadores no sólo filmaron en el lugar de los hechos sino que también recurrieron a la yakuza local para proteger el rodaje.
El viernes 16 se proyectará Una lanza ensangrentada en el Monte Fuji (1955), de Tomu Uchida. Luego de trece años sin dirigir una película y tras permanecer ocho años como prisionero de guerra en Manchuria, Uchida regresó a su patria y dirigió esta suerte de road movie ambientada en el Japón del siglo XVIII. Reconocido por ser un pionero del cine de denuncia social en los años ’30, Uchida narra las aventuras de un joven samurái a quien sus dos sirvientes acompañan en un viaje hacia la ciudad capital de Edo, en un contexto de marginalidad, prostitución, criminalidad y hambre. De enorme riqueza formal y constantes cambios de tono, el film recibió la asistencia en la producción y el guión de Yasujiro Ozu, Hiroshi Shimizu y Daisuke Ito, tres de los más grandes realizadores del cine japonés clásico. El sábado 17 se proyectará otro título de Tomu Uchida, Muerte en Yoshiwara (1960), que recrea la complejidad social y económica de la “zona roja” más popular del antiguo Tokio, y que contiene “una de las escenas más brillantes de la historia del cine japonés”, según consignó el crítico Alexander Jacoby en A Critical Handbook of Japanese Film Directors. El domingo 18 será el turno de Tatsu, el peleador - El hombre del palanquín (1964). Acción, violencia, comedia y romance se combinan en este film, uno de los más representativos del estilo de Tai Kato. El lunes 19 irá Yakuza japonesa (1964), de Masahiro Makino. Película paradigmática del género, se hacen evidentes varias características formales, temáticas e ideológicas: un profundo rechazo al capitalismo occidental, el retrato estilizado de la violencia, el choque entre tradición y modernidad, y la masculinidad potenciada para resarcir la derrota bélica.
Y el martes 20 llegará otra de las cumbres del ciclo, Lobos, cerdos y hombres (1964), uno de los primeros éxitos de Kinji Fukasaku (especialista en el cine de yakuzas, a quien la Sala Lugones le dedicó una retrospectiva en el año 2004), quien con gran habilidad y una notable fotografía en blanco y negro trascendió las convenciones del género, para orquestar una amarga reflexión sobre la posguerra en Japón. “La obra de Fukasaku en este período aparece como una suerte de contrapropaganda contra el discurso del crecimiento económico favorecido por el gobierno japonés. El mismo título de esta película habla por sí mismo. Fukasaku propone una metáfora acerca del costado más oscuro del milagro económico, que excluye a la gran mayoría de la población de sus beneficios”, escribió el crítico francés Edouard Waintrop. Del tramo final del ciclo conviene destacar, el lunes 26, Réquiem por una masacre (1968). La violencia explícita de este film le hizo alcanzar status de culto dentro del cine japonés comercial. Dirigido por Tai Kato para la productora Shochiku, el film es una intensa reflexión sobre la locura, el odio y la venganza.
Horarios y más información en www.complejoteatral.gob.ar/cine
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