Martes, 20 de septiembre de 2011 | Hoy
MUSICA › EL DOMINGO EN RIVER, EL CUARTETO DIO UN SHOW CONTUNDENTE Y CARGADO DE HITS
Más allá de las deficiencias de sonido, el grupo –que estrena guitarrista– volvió a seducir a una multitud argentina. El regreso del rock a River llegó con un set que, en hora y media, repasó casi todas las canciones fundamentales de RHCP.
Por Leonardo Ferri
Tarea compleja la de reseñar un show los Red Hot Chili Peppers. Es cierto que la expectativa juega un papel fundamental a la hora de evaluar cómo resulta un show, y esta quinta visita de la banda a la Argentina traía consigo algunos aditamentos que le daban cierto atractivo: un buen disco –distinto– con sólo 20 días en la calle, la vuelta del rock al estadio de River, un nuevo guitarrista –Josh Klinghoffer, que reemplazó al histórico John Frusciante– y la ya de por sí agradable posibilidad de ver otra vez a una banda con casi treinta años de historia, a veinte de la publicación de su disco fundamental, Blood Sugar Sex Magik. Esa expectativa era la que alimentaba las ganas de que la rompieran, que demostraran que son mucho más que una suma de cuatro talentos y que –por fin– despejaran las dudas que dejan después de cada una de sus presentaciones en vivo. Pero la sola posibilidad de que algo de eso sucediera contrastó con lo que la banda hizo sobre el escenario, sin que ello signifique que el recital fue malo. Los Red Hot Chili Peppers parecen haber elegido no hacerse cargo de las expectativas de su público.
Tan en la suya está la banda cuando toca, que no es difícil imaginar que sus ensayos deben ser muy parecidos a lo que hacen en vivo. Ahí, cuando bajista y guitarrista se paran enfrentados –con la batería por detrás y el cantante por delante– es cuando el escenario parece más grande, un gigante que excede la propuesta escénica de un grupo que disfruta tocando para sí mismo, sin recurrir a los clichés de camisetas argentinas o alabanzas al supuesto mejor público del mundo. Flea, el bajista y espíritu de la banda, es quien cumple con la tarea de ser el vocero para los saludos y agradecimientos de ocasión, aunque tampoco se destaca por su verborragia. El vocalista Anthony Kiedis permanece distante a lo largo de todo el show, y sólo abre la boca para cantar. Los Red Hot Chili Peppers decidieron que su mejor forma de comunicarse es a través de la música.
Y si de canciones se trata, los Peppers tienen muchas para elegir entre los diez álbumes que componen su discografía, aun con la negación absoluta que hacen de ese gran y maldito disco que fue One Hot Minute. De las 18 canciones que tocan en la noche (poco más de una hora y media de show), cinco son de I’m With You, su último álbum, y el resto se reparte entre By The Way, Californication, Stadium Arcadium y el ya mencionado Blood Sugar Sex Magik. Todos hits (como “Otherside”, “Can’t Stop”, “Dani California”, “Under the Bridge”) o con el potencial para serlo (“Charlie”, “Factory of Faith”, “Paralell Universe”) que no hacen otra cosa que evidenciar esa enorme fábrica de canciones que son los Peppers, cuando entre zapada y zapada disparan los primeros riffs que Kiedis terminará armonizando con su voz.
El paso de los años puede ser un problema para muchas personas, pero no para estos Peppers versión 2011. Tanto Flea como Kiedis parecen mantenerse en condiciones con su fórmula clean de surf + familia – adicciones, y si bien el cantante sigue con problemas para pegar algunas notas, no es un inconveniente que pueda atribuírsele a la edad, puesto que lo mismo le pasaba a los 20. Y mientras ellos saltan y se mueven con su impronta breakdance convulsiva, el golpe del baterista Chad Smith –ese gigante dueño de un groove envidiable y que parece hacer todo simple– no decae en ningún momento. El debutante Klinghoffer es el que la tiene más difícil al ocupar el lugar de Frusciante (no así los pantalones de cuero de Dave Navarro, por suerte para él), pero aun con 48 mil pares de ojos mirándolo atento, el guitarrista se mostró cómodo conquistando su lugar y dándole a su guitarra el volumen y la presencia que no tienen en el disco.
Y mientras la vuelta del rock al estadio de Núñez pone a prueba el nuevo sistema para mitigar las vibraciones que tanto molestan a los vecinos (aunque la base de Flea y Chad Smith quizá sea un test demasiado exigente para eso), siguen mandando esas canciones que, pese a un sonido que sólo fue claro por momentos, tienen estirpe de clásicos. Es imposible no mover alguna parte del cuerpo –la que sea– cuando el cuarteto toca su versión de “Higher Ground” o “Give it Away”. Contra eso no hay mal sonido, ni poca comunicación ni distancia que ganen, ni siquiera para una banda de garaje que desde hace tiempo se ve obligada a tocar en estadios, mal que les pese.
Músicos: Anthony Kiedis (voz), Flea (bajo), Chad Smith (batería y percusión), Josh Klinghoffer (guitarra).
Lugar: Estadio River Plate.
Público: 48 mil personas.
Duración: 90 minutos.
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