La música de la América tiene voz de mujer, me dije siempre. Lo creo así. Hay una clara evidencia en los nombres que tengo a mano para afirmar esto sin temor a equivocarme. Y el primero que se me viene a la boca es, por supuesto, el de Mercedes, la amada e “inolvidada” Mercedes.

Y en este ahora y aquí la música argentina resplandece con mujeres cantoras de tremenda y asombrosa valía.

Cantan movidas por la pasión heredada en aquellas fuentes de belleza y compromiso que nos dejaran las gloriosas antecesoras.

Y pelean para subsistir desde el coraje más sagrado porque todavía hace falta un lugar en donde sea posible marcar presencia y obra para alcanzar la visibilidad que se merecen hace mucho tiempo.

Tienen la virtud de ser activas militantes de lo que sienten y piensan de la música, dándoles vida tanto a las incuestionables canciones de los autores consagrados como a las no menos incuestionables de los que están proponiendo ahora un cancionero fabuloso con talento y audacia.

Benditas sean estas mujeres cantoras. Estas lujosas voces que cantan nuestra diversidad cultural en cada hueco de amor que aparece en el horizonte, apostando todo a la belleza y a la ética de una vocación que seguirá encendida con el solo hecho de decir cada uno de sus nombres tan luminosos como necesarios.