Miércoles, 21 de septiembre de 2011 | Hoy
CINE › ALEJANDRA SZEPLAKI DIRIGIO DIA NARANJA, QUE SE ESTRENARA MAÑANA
La cineasta venezolana, autora de varios documentales, debuta en la ficción con las historias paralelas de tres mujeres de países diferentes que esperan los resultados de sendos tests de embarazo.
Por Oscar Ranzani
Cuando la cineasta venezolana Alejandra Szeplaki leyó un artículo de una revista que trataba sobre un grupo de tres chicas que estaban a la espera del resultado de un test de embarazo, vio el germen de su ópera prima de ficción. Y Día naranja, que se estrena mañana en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635), se compone de tres historias paralelas de mujeres que viven esa misma situación de manera diferente en tres países (Venezuela, la Argentina y Colombia), pero que tienen como hilo conductor el tema del derecho de la mujer a decidir sobre la maternidad. Día naranja presenta a la caraqueña y soñadora Patricia, que desea fervorosamente tener un hijo; la argentina Ana, exitosa en su taller de alta costura, que está decidida a no procrear; y la fotógrafa colombiana Sol, que navega en un mar de indecisión sobre qué determinación tomar si el resultado del test es positivo. La resolución de las incertidumbres variará según la personalidad de cada personaje. Planteada con un tono de comedia antes que como un drama solemne, Día naranja incorpora animaciones que, por momentos, remiten a una estética cercana al videoclip en su estructura narrativa. “Es una película que tiene que ver con la libertad –comenta Szeplaki en diálogo telefónico con Página/12–. Una mujer se hace poderosa cada vez que decide algo por ella, sin que la sociedad, el novio, el esposo, los amigos o lo que opinan los demás influyan. Cada vez que tomas una decisión propia, tu vida avanza hacia un lugar mejor. Y entonces, Día naranja es una película sobre las decisiones y la libertad de elegir”, agrega la directora.
–Usted realizó más de treinta documentales. ¿Por qué decidió abordar este tema desde la ficción?
–Mi vocación siempre fue ser directora de ficción. Pero en Venezuela comenzaron a surgir cambios políticos muy fuertes y para mí, como cineasta, era imposible permanecer en la ficción cuando había un país cambiando, revolucionándose y transformándose de la manera vertiginosa en que se transformó Venezuela. Entonces, yo, que era una directora de ficción, fui tomada por el documental por sorpresa, y se apoderó de mi vida. Y también era un momento en Venezuela de muchas posibilidades de financiamiento de documentales. Surgieron dos canales dedicados al cine documental venezolano, que era un espacio negado hasta ese momento. Fue la transformación del país la que fue transformando mi carrera, más documentalista que directora de ficción.
–Y Día naranja podría definirse como una película que explora el universo femenino a través de la mirada intimista de una mujer. ¿Coincide?
–Sí, lo hace desde un lenguaje sexualmente específico, de una forma de sentir. Y creo que tiene una estética ultrafemenina tanto en la puesta en escena, en la dirección de arte, en la musicalidad. Es una película femenina en muchos sentidos, independientemente de que trabajaran hombres o mujeres en el equipo.
–¿El film plantea una especie de confrontación entre el deseo de independencia de la mujer actual y el estereotipo de la mujer más tradicional?
–Plantea efectivamente un cambio de paradigma: para la mujer de hoy, la maternidad es un tema que está ahí, pero no es el centro de su vida. Y eso también va creando una contradicción con ese rol social tradicional, donde la familia y la pareja pesan mucho. Hoy en día, la mujer está cada vez más libre de todo eso.
–¿Plantear la historia con personajes de distintas clases sociales fue una manera de mostrar que pueden existir diferencias sobre el tema de acuerdo con los estratos?
–No necesariamente. Más bien era una forma de diferenciar a los personajes y que no se parecieran tanto. Fue una opción desde el guión mostrar chicas bien diferentes para que no se fuesen confundiendo en la película. Y también estaba la decisión estética de que cada chica tuviese un color distinto, que cada ciudad también, para que cuando el espectador vea la película le quede bien claro en qué ciudad y en qué historia está. Y era muy bueno diferenciarlas en edades para que cada una pudiera tener perspectivas diferentes. En el fondo, es para que el espectador que vea la película, sobre todo si es mujer, vaya sintiendo que cuando se es más chiquita se piensa una cosa, cuando se es más grande, otra. El tema también va cambiando según la edad.
–¿Por qué decidió incorporar animaciones?
–En el cine tradicional te dicen que el personaje es acción y que el personaje nunca puede pensar. Yo siempre decía: “Eso no puede ser. Uno como ser humano no sólo es acción, también tiene que ser pensamiento”. Ahí está esa contradicción del cine que indica que solamente puedes escribir las acciones en presente. ¿Y qué pasa si en una de las acciones te cepillas los dientes? Al mismo tiempo, estás pensando, no sólo te estás cepillando los dientes a la mañana en tu casa. En el cine están excluidos los pensamientos quizá porque resulta muy difícil mostrarlos, excepto por los flashbacks o por los sueños. Pero ahora, con la posibilidad de una imagen fija en 35 mm, poder animar, incorporar dentro de esa imagen por pantalla paralela o por animaciones digitales, hay un juego mucho más bonito, que me parecía divertido jugar dentro de la película. Así que dentro de las acciones muy sencillas, lo más bonito era lo que ellas pensaban y que iban creciendo dentro de la película con animaciones cada vez más elaboradas, gracias a un equipo de dieciséis artistas digitales.
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