Miércoles, 21 de septiembre de 2011 | Hoy
DISCOS › CHICO, EL REGRESO DE UNA FIGURA FUNDAMENTAL DEL BRASIL
Por Diego Fischerman
El cuarteto de cuerdas en el primer tema, “Querido diario”. O un violín con perfume jazzístico, tocado por Nicolás Krassik, en el tercero, “Essa pequena”. La rica instrumentación, con clarinete y arpa, en “Se eu soubesse”, donde se agrega la exquisita voz de Thais Gulin. Y esa manera de entrar y salir de los géneros más populares, y de llevarlos a niveles de sutileza y sofisticación increíbles sin que pierdan nada de su fluidez y sencillez original. Y su voz, también. Y las letras, desde ya, donde puede decir, como si fuera lo más natural: “Hoy al final conocí un amor/ y era el amor una oscura trama/ que ni con una flor descifro./ Pero si ella llora, me inflama el deseo./ Hoy el enemigo me vino a espiar, feliz./ Montó guardia allá en la curva del río/ trajo unos palos (uno, que me puede quebrar);/ pero yo no me quiebro porque soy blando”.
Es su primer disco en cinco años, desde el ejemplar Carioca. Lo mostró de a poco, en su página de Internet. Y se llama Chico, con la síntesis de quienes saben que no es necesario demasiado para nombrar las cosas más importantes. Chico Buarque lo grabó –y lo compuso– inmediatamente después de escribir su quinta novela, Leche derramada, y, según dice, “como un descanso”. Allí hay sólo diez canciones. En la conferencia de prensa que ofreció por Internet dijo que al principio le habían parecido pocas pero que, al leer en un periódico la crítica de un disco de Radiohead en que había ocho tracks, pensó que “hasta tenía dos de sobra”. Como en cada una de sus canciones desde el fundante Chico Buarque de Hollanda, de 1966, cuenta cada palabra, cada ritmo y cada inflexión de esa voz aparentemente distante.
Por afuera de todas las tendencias de la música popular brasileña del último medio siglo, empezando por el tropicalismo y las influencias de los Beatles, que fueron centrales para Milton Nascimento y Joao Bosco (que, no obstante, participa en Chico como invitado, en el tema “Sinhá”, donde se canta la historia de un negro torturado por haber visto desnuda a la mujer de su amo), Buarque sigue poniendo pequeños ladrillos en la construcción de una estética tan poderosa como falta de impostación. Con 67 años, 45 de carrera y fama de poco amigo de los avances tecnológicos, accedió sin embargo a la idea de su sello, Biscoito Fino, de dar a conocer el disco en capítulos y por Internet. Durante un mes, y a cambio de 29,90 reales, el público accedió a una clave en un sitio de la red a través del cual fue recibiendo videoclips del backstage de la grabación del disco, declaraciones de Buarque, fotos inéditas y, desde ya, las diez canciones nuevas. “Es moderno usar Internet –dijo en la conferencia de prensa–- aunque creo que la manera en que mostramos el disco retoma lo que ocurría antiguamente con la radio. Lanzar las músicas poco a poco favorece el entendimiento de las canciones.” La bella edición local, a cargo de RP, el sello del legendario Alfredo Radoszynski (aquel que introdujo en el país la música de Vinicius de Moraes y grabó, entre otros, a Piazzolla, la primera Susana Rinaldi y Les Luthiers), respeta escrupulosamente el original e incluye un folleto con las letras y una detallada ficha técnica.
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