En ese variado y amplio universo que tiene que ver con el folklore y la proyección de sus posibilidades, Cuartoelemento bien podría representar una de las avanzadas más precisas y desprejuiciadas de los últimos tiempos. Desde un lugar que está más allá de la canción como píldora de tres minutos, el conjunto integrado por Rubén “Mono” Izarrualde (flauta), Néstor Gómez (guitarra), Matías González (bajo) y Horacio López (batería) despliega un arsenal expresivo que busca en diversas direcciones. La dinámica es la del jazz, en base al diálogo y la improvisación, y la materia es un repertorio variado escuchado de una manera argentina. Se trata de instrumentistas experimentados, presentes en momentos claves del desarrollo de la música local. Izarrualde integró Músicos Populares Argentinos, junto al Chango Farías Gómez, Verónica Condomí, Peteco Carabajal y Jacinto Piedra, marca indeleble en la música argentina de la década del ’80 y de lo que seguiría; con el mismo Chango formó la Orquesta Popular de Cámara, entre otras aventuras. López y González fueron parte de una de las mejores formaciones de Dino Saluzzi, el cuarteto que grabó discos como Vivencias I y II; Gómez, por su parte, transitó con fluidez varios géneros en compañía de músicos como Ricardo Lew, Rodolfo Sánchez, Carlos Marrodán, Ricardo Pellican, y sigue formando parte de la Orquesta Popular de Cámara creada por Farías Gómez.

Otra gran prueba de Cuatroelemento, del conjunto y de sus individualidades, es Cuarto y yapa, el disco que presentarán hoy a las 21 en el Teatro Alvear (Corrientes 1659). Se trata de un trabajo que reúne grabaciones en vivo y numerosos invitados que, entre otras cosas, certifican una pertenencia precisa: músicos argentinos. “La cosa pasa por tocar con amigos entrañables y artistas importantes para nosotros. Por conjugar y dejar constancia de momentos de música compartida alrededor de un repertorio hermoso”, define Izarrualde la propuesta al comenzar la charla con Página/12.

Alrededor de la mesa están los cuatro músicos. La conversación parece por momentos caótica, pero es sólo la sensación que da la densidad de un cuarteto alrededor del grabador. Como en el escenario, cada uno sabe cuándo le toca decir lo propio. “Charlamos como tocamos, sin ensayar”, dice Matías González. El resto asiente entre risas. “Lo nuestro son más bien ‘pruebas de ensayo’, porque nunca nos juntamos a ensayar en el sentido estricto del término. Lo hacemos en las pruebas de sonido, ahí es donde empezamos a cocinar lo que vamos a tocar”, continúa González. “Tal vez esa sea la clave de la espontaneidad que tiene el grupo después de diez años de vida. Esa es una de sus cualidades”, interviene Gómez. “Esta actitud que tomamos desde la primera vez que nos encontramos tiene que ver con asumir el presente absoluto –concluye López—. La música transita en el presente absoluto, no hay posibilidad de tocarla ni de escucharla en otro momento. Eso hace que cuando nos juntamos sea para tocar y, en todo caso, para que nos escuchen.”

Cuarto y yapa se abre con una versión de “Piedra y camino”, de Yupanqui, con Raúl Carnota, y se cierra con “Canto a la Telesita”, de Valladares y Moreno, con Chango Farías Gómez. “No es casual que en los extremos del disco estén ellos, Raúl y Chango son dos miradas que nos marcan continuamente como músicos”, observa Izarrualde. Los cuatro coinciden en que la idea base del concierto del Teatro Alvear, y el gran desafío, será reflejar el clima del disco, lograr reproducir ese impulso de libertad con el que Cuartoelemento asume la música, esa manera argentina de sonar y de escuchar. Como invitados estarán, además de Carnota, Lilián Saba (piano), Marcelo Chiodi (quena), Víctor Carrión (saxo soprano), Mariano Meneghini (trompeta), Quique Sinesi (guitarra), Lulo Barrera (saxo tenor), Pablo Giménez (Trombón), Lucas Chamorro (armónica) y Jerónimo Izarrualde (voz y batería). “Por supuesto, la idea es reflejar lo mejor posible lo que logramos en Cuarto y yapa, que con la gran cantidad de invitados que tiene muestra una apertura tímbrica respecto de los tres discos anteriores”, asegura Gómez. “El primer disco (que lleva el nombre del grupo, editado en 2005) fue una casualidad porque salió de dos tocadas. Todavía nos conocíamos poco, grabamos y ganamos un Gardel como ‘mejor álbum de tango nuevas formas’. El segundo (Alquimia, 2007) tiene una idea más elaborada, pero también es en vivo. Recién el tercero (Camino, de 2009) tiene un trabajo de estudio que incide en su forma. Este que vamos a presentar, en cambio, fue como hacer una fiesta con amigos, y eso queremos repetir en el Alvear.” Además de estos temas, el grupo mostrará algo de lo que será su quinto disco. “Está muy bien celebrar, pero sin dejar de mirar para adelante”, explica Izarrualde.

“La del campo”, de Pablo del Cerro; “La pomeña”, de Leguizamón y Castilla; una versión de “Carta a César Perdiguero”, de Mansilla y Saluzzi, atravesada por “Nos volveremos a encontrar”, de Bill Evans; “Recuerdos del ayer”, de Don Sevesky; “Nuestra canción de amor española”, de Charlie Haden; temas de Gómez, como “Bahionga para Lydia” y “La lámpara de AlasDino”. De esto se nutre un repertorio variado, tocado de manera abierta y con una interesante cuota de imprevisibilidad. La música de Cuartoelemento no tiene tanto su referencia principal detrás, en las tradiciones, como hacia adelante, en la vitalidad y el espesor emotivo del resultado posible. “Hacemos la música que nos gusta, como nos sale. El Chango Farías Gómez sabía decir, ‘no soy folklorista, soy músico’. Nosotros estamos en eso”, apunta Gómez. Y López concluye: “No nos inquietan los rótulos. Hacemos música regional con influencias planetarias”.