Martes, 29 de mayo de 2012 | Hoy
TELEVISION › EL DONANTE, POR TELEFE, CON PRODUCCIóN DE EYEWORKS CUATRO CABEZAS
El debut en el género a nivel local de la productora no defraudó a quienes buscan una propuesta dinámica y estéticamente moderna. El donante, además, cuenta una historia atractiva, con un humor familiar que transgrede los límites tácitos del prime time televisivo.
Por Emanuel Respighi
Aun a riesgo de caer en una conclusión apresurada, sobran las razones para afirmar que El donante, la ficción que Telefe estrenó el martes pasado a las 22.15, inaugura la “ficción cool” en Argentina. Desde lo visual, el debut en el género a nivel local de Eyeworks Cuatro Cabezas no defraudó a quienes sintonizaron la serie con la expectativa de ver una propuesta ágil y dinámica, estéticamente diferente de la de los programas de productoras tradicionales. A nivel de la trama, El donante cuenta una historia atractiva, con un humor familiar, pero que sin embargo es capaz de transgredir los tácitos límites del prime time televisivo argentino incorporando escenas donde se fuma marihuana con naturalidad. Esa conjunción de virtudes le bastan a El donante para renovar un género dominado por escasas productoras. El debut de la ficción protagonizada por Rafael Ferro, Muriel Santa Ana y Carlos Belloso alcanzó un rating promedio de 20,2 puntos y fue el cuarto programa más visto de la jornada.
Más cuidadoso en la forma que en el contenido, El donante es el último programa seleccionado por el primer concurso de promoción y fomento de Ficción para Todos organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) que llega a la pantalla chica. La principal expectativa que generaba el debut de El donante era corroborar si, efectivamente, Eyeworks Cuatro Cabezas podía trasladar el estilo de edición que la compañía creadora y productora de Caiga Quien Caiga supo imprimirle a cada uno de sus productos (la excepción a la regla probablemente sea Antes que sea tarde). Y la incógnita fue rápidamente despejada: lejos de comenzar con una escena estructurada bajo los parámetros tradicionales, El donante se inició con un eficaz trailer de no más de dos minutos que le mostró al público los nudos dramáticos de la historia, a partir de las situaciones que había vivido al protagonista. Una carta de presentación que llevó el inconfundible sello de la casa productora.
A ese peculiar inicio (¿hay, acaso, algo más eficiente a la hora de atrapar a los televidentes o espectadores que un trailer bien hecho?) le siguió un flashback que situó el tiempo del relato 72 horas antes. Allí, El donante comenzó a contar la historia de Bruno (Ferro), un exitoso ingeniero, bien posicionado, sin hijos, que enviudó dos años atrás. Encapsulado en un estado que deambula entre el desinterés y la depresión, Bruno limita su vida social a alguna amante ocasional y a la relación con sus mejores amigos, el matrimonio compuesto por Raúl (Belloso) y Eva (Santa Ana). El día de su cumpleaños número 45, la desidia con la que pretendía dejar pasar la vida se modifica imprevistamente cuando se le presenta Violeta (María Alche) y le dice que es su hija. Sin comprender esa posibilidad, la joven le explica que veinte años atrás su madre la había concebido a través de un tratamiento de inseminación artificial en el que se utilizó esperma que Bruno donó durante años, en su juventud, para pagarse los estudios. Motivado por el empecinamiento de su hija (que hizo todo tipo de cosas para dar con el donante del esperma con el que fue concebida), Bruno se pone a investigar y confirma no sólo que Violeta es su hija, sino que tiene además otros ¡143 hijos!
A partir de ese descubrimiento, la trama escrita por Nora Mazzitelli y Laura Santoro girará en torno de la relación que Bruno mantendrá con sus “hijos”. Más allá de que es inevitable asociar a El donante con la comedia canadiense Starbuck (2011), donde también a un cuarentón que “donaba” esperma se le aparecen cientos de “hijos”, lo cierto es que en este caso no sólo los personajes son muy diferentes de los del film, sino que además la revelación también tiene fuertes implicancias en los miembros del círculo íntimo de Bruno. ¿Por qué? Básicamente porque Eva es dueña de la clínica a la que se le filtró la confidencialidad de datos del donante, lo que pondrá en un aprieto legal a su amiga. Y además porque su otro amigo, Raúl, también donante de esperma, se entera de que sus donaciones fueron tiradas al inodoro por Eva, que no quería saber nada con que el hombre del que estaba enamorada tuviera otros “hijos” por ahí.
Más allá de la trama, que en el primer capítulo mostró un registro netamente humorístico, y de personajes que no pudieron romper con ciertos estereotipos, la principal atracción de El donante es la manera en que está enriquecido el relato a través de distintos recursos técnicos. El trabajo de posproducción –propio de los periodísticos de 4k– le imprime a la serie un estilo único, a partir de la sobreimpresión en pantalla de animaciones en dosis justas. Así, un mensaje de texto recibido y un reloj que da cuenta del paso del tiempo se colaron en la pantalla no sólo con un sentido estético, sino que se entrelazan en función de la historia.
Otros recursos, como el buen uso de la pantalla dividida o el montaje entre escenas deslizándose cual pantalla táctil, le otorgaron a la historia un dinamismo interesante. En ese sentido, las variantes en el ritmo del relato, con suerte de “trailers” insertados dentro de la estructura tradicional (usados como pequeños flashbacks), le aportaron a El donante una elegancia moderna sólo opacada por extraños cambios de iluminación que se percibieron dentro de una misma escena. La puesta en escena, con planos más propios del cine que de la TV, más la utilización de micrófonos con sonido ambiente, marcaron una diferencia estilística que redondearon el aire renovador de la propuesta.
Por fuera del análisis televisivo, no deja de llamar la atención, sin embargo, cierta liviandad con la que la trama de El donante aborda la donación de semen y la confidencialidad de datos que impone esa práctica, como elementos necesarios para que muchas parejas o personas puedan concebir. Aun en su universo ficcional y su tono de comedia, la nula observación que dejó el primer capítulo respecto de que los nacidos por medio de una inseminación artificial a través de esperma de un tercero no son “hijos” del donante (según la ONG Sumar Vida no es “padre” quien cede su esperma, sino un “donante de células con potencialidad de dar vida”), deja un sabor amargo en función de la penetración que el mensaje televisivo tiene en el seno de la sociedad.
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