Sábado, 15 de septiembre de 2012 | Hoy
MUSICA › RECITAL DE MEGADETH EN EL ESTADIO MALVINAS ARGENTINAS
Por Leonardo Ferri
A pocos minutos de empezar el concierto, dos personas con la inscripción “STAFF” en sus reglamentarias remeras negras jugaban a la PlayStation a un costado del escenario. Podía verse desde la platea que no había corridas, ni nervios ni percances de último momento para resolver. Todo estaba listo, con la holgura que permiten los años de experiencia de visitas al país. Desde su primera llegada a la Argentina, en 1994, Megadeth no ha hecho otra cosa que revalidar ese título de “la banda extranjera más argentina”, galardón que comparte con los localísimos Die Toten Hosen, los desaparecidos pero siempre presentes Ramones y los fluctuantes Rolling Stones. La banda toda –y sobre todo Dave Mustaine, su líder, alma y espíritu pelirrojo– sabe que aun habiendo sido parte fundamental de aquella oleada metálica que compartieron con Metallica, Exodus, Slayer y Anthrax, nunca serán una banda popular. Nunca, salvo en la Argentina.
La excusa para las dos noches en el Malvinas Argentinas fue celebrar los 25 años de Peace Sells... but who’s buying? (el jueves) y los 20 de Countdown to extinction (anoche). Y el festejo no parece ser casual: el primero es el disco que sirvió de trampolín para que la banda se diera a conocer, y el segundo es su mayor clásico en sus casi 30 años de carrera. También el jueves el festejo involucraba el cumpleaños de Mustaine, un hombre que elige bien cada momento para desprenderse de sus contadas sonrisas. Quizá esa tranquilidad pre-show y tanto clima festivo hayan influido para que la lista de canciones prevista haya sido cambiada por completo: la banda tocó Countdown... en su totalidad, más algunas canciones de Criptyc Writings, Peace Sells, Rust in Peace y Thirteen, obviando por completo esa etapa maldita de Risk.
Al igual que en sus álbumes, Megadeth es –tal como el género thrash dispone– una maquinaria precisa y ajustada, que va más allá de los cambios de integrantes que sufrió a lo largo de su carrera. Contra lo que tuvieron que luchar esta vez el baterista Shawn Drover, el guitarrista Chris Broderick, el bajista David Ellefson y la voz del propio Mustaine fue contra la errante acústica del lugar, que a esta altura ya pide por una inversión que lo ponga a la altura de sus visitas. Igual, nada empañó el festejo de los metaleros de todas las edades que colmaron el estadio de La Paternal, que cantaron y saltaron en cada canción, pero todavía más con clásicos como “Symphony of destruction”, “A tout le monde”, “Sweating bullets”, “This was my life”, “Skin O’ my teeth” y “Trust”.
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