MUSICA › NOTABLE APERTURA DEL FESTIVAL MARTHA ARGERICH
Una fiesta clásica y popular
La pianista y la orquesta venezolana Simón Bolívar deslumbraron al público en un ámbito atípico, el Luna Park.
Por Diego Fischerman
El fanático del fútbol, de la ópera, del jazz, la música de vanguardia o algún grupo de pop o rock, espera casi siempre lo mismo: ese momento único, irrepetible. El segundo gol de Maradona a los ingleses, la iluminación de Keith Jarrett en algún recoveco de sus improvisaciones, esa forma de Mick Jagger de decir “satisfaction”, Maria Callas languideciendo en el final de Tosca. Alcanza, en general, con un solo instante. Y hubiera alcanzado con la pulsación rítmica de Martha Argerich en su interpretación del primer concierto de Prokofiev, con la fuerza y la sutileza de matices de Sergio Tiempo en el primero de Tchaikovsky o con una orquesta excepcional como la Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar. También hubiera sido suficiente con el clima de fiesta logrado en el Luna Park, con un numerosísimo público al que una sala como la del Colón habitualmente intimida. Pero en la apertura del Festival Martha Argerich pasó todo eso y aún más. La acústica deficiente y la merma en la calidez y el detalle sonoros que implica la necesaria amplificación en un ámbito de esas características estuvieron más que justificados por el hecho de que la música llamada clásica, ese infierno tan temido por tantos, haya podido convertirse en el epicentro de una verdadera celebración popular.
La orquesta Simón Bolívar se entronca con una tradición que es casi una invención venezolana –o, por lo menos, la invención de un venezolano genial, Antonio Abreu–, la de las orquestas juveniles. Iniciadas como programa social, con niños y jóvenes de poblaciones marginales, estas orquestas cobraron un peso considerable y fueron apoyadas por distintos gobiernos, más allá de las convulsiones políticas. Su actual director, Gustavo Dudamel, de apenas 23 años, es una de las figuras más importantes de la escena musical actual. Ganador reciente del Anillo de Beethoven, una condecoración otorgada en Bonn, fue, el año pasado, quien clausuró el Festival Beethoven de esa ciudad, en reemplazo de Frans Brüggen. Mimado por sir Simon Rattle y Daniel Barenboim, Dudamel tiene, además de condiciones excepcionales –dirigió en Berlín, a los 16 años, la segunda de Mahler, por ejemplo–, una característica sumamente inusual: transmite, a la orquesta y al público, una inmensa felicidad por hacer música. En el ámbito de la música de tradición popular no habría vacilaciones en cuanto a la palabra a utilizar para describirlo mejor: swing. El ajuste y la precisión rítmica logrados con una formación gigantesca (la orquesta llegó conformada por casi doscientos instrumentistas) es prodigiosa. Y tanto en los momentos más bombásticos, en la cinematográfica Obertura festiva de Shostakovich, que abrió el concierto y en la Marcha eslava de Tchaikovsky, con que se inició la segunda parte, como cuando la orquesta dialogó con delicadeza con el piano, en el segundo movimiento del concierto de Tchaikovsky, por ejemplo, el resultado fue impactante.
Argerich, ovacionada antes de empezar y, mucho más, después de terminar su interpretación del Concierto N° 1 de Prokofiev, luego de varias salidas al escenario para agradecer al público, tomó, sin preparación y, como acostumbra, sobre los mismos aplausos, el último movimiento de la Sonata N° 7 del mismo autor. En la segunda parte, Tiempo, en una versión tan pasional como precisa del famoso Concierto N° 1 de Tchaikovsky, cautivó nuevamente a un público que, después de Argerich, no parecía fácil de ser sorprendido. Pero hubo, todavía, más lugar para el asombro. La orquesta hizo dos bises: el Malambo del ballet Estancia, de Alberto Ginastera, y el Mambo de West Side Story, de Leonard Bernstein. Las versiones tuvieron un sentido rítmico y una potencia fenomenales. Además, lo que muchas orquestas no pueden tocar sentados, la Simón Bolívar lo terminó parada, bailando y revoleando instrumentos por el aire cada vez que una fila no tocaba. El mejor final de fiesta para la mejor de las fiestas.
9-FESTIVAL MARTHA ARGERICH
Concierto de apertura
Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar.
Dirección: Gustavo Dudamel.
Solistas: Martha Argerich y Sergio Tiempo.
Obras de Shostakovich, Prokofiev y Tchaikovsky.
Luna Park. Sábado 3.
Próximo concierto del festival: Hoy a las 20.30, en el Teatro Colón.