Sábado, 1 de octubre de 2016 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL MUSICO ROSARINO LITTO NEBBIA
Los proyectos se acumulan para el compositor, cantante y productor. Acaba de publicar dos discos: Solo piano. En vivo en Zapala 2015 y No hits. Pero además está produciendo a varios artistas, entre ellos Leo García, y hasta está escribiendo un libro de memorias.
Por Karina Micheletto
En el barrio de Villa Urquiza, las paredes de Melopea cuentan la historia: afiches, tapas de discos, premios y distinciones, muestran a Litto Nebbia con Enrique Cadícamo, o con el Cuarteto Zupay, o con Rubén Rada, entre tantos. Con Los Gatos, con La Luz, en el viejo Obras o en algún lugar de Rusia. En esa misma casa donde vivió su madre, con sus dos pianos y sus clases de música, el rosarino levantó las bases de un sello y estudio que hizo historia en la música argentina, con varios registros trascendentales. Como su propia carrera, que actualmente está siendo puesta en tiempo presente en dos discos de reciente edición: Solo piano. En vivo en Zapala 2015, grabado en esa localidad neuquina, y No hits, que juega con 20 canciones que nadie supo escuchar, editado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
“Tengo más de 1200 canciones escritas, y soy conciente de que 30 o 40 son las muy conocidas. A veces la cargo a la gente: ¡che, la primera vez que escucharon alguna de las que les gusta tanto, también eran nuevas! ¡muevan un poco y escuchen!”, se ríe Nebbia. De allí, cuenta, surgió junto al editor de la Untref esta “broma al grandes éxitos” que es No hits. Que es en verdad un recorrido por la amplia obra compositiva de este creador, que abarca desde la época de Los Gatos (con “Sueña y corre”, registrada en vivo mucho después, en Londres), pasando por su trabajo con La Luz, aquel Rosariazo del 83 o sus composiciones de los 90 y el nuevo siglo. No son en rigor las canciones que nadie supo escuchar, porque muchas han sido escuchadas por muchos, como “Yo no permito”. Pero, se ríe Nebbia con el título, no supieron ser hits en su momento.
Además de este disco, muy bien editado con referencias precisas a cada tema, y del registro de Zapala (“con un piano Steinway hermoso, y en un clima hermoso”), Nebbia tiene una novedad como productor que lo entusasma tanto como sus propios discos: Música del corazón, de Leo García, que produjo y arregló. Se presentará el próximo 21 de octubre en La Usina del Arte, y él estará como invitado.
Hay más fechas: el 5 de octubre celebrará los 100 años de Héctor Stamponi –quien fuera amigo suyo y de su padre, y a quien le grabara un disco– junto a La Porteña Tango Trío y Ana Stamponi, cantante y nieta del compositor. “Y vamos a relanzar aquel disco, del 93, pero con un bonus track: encontré un cassette, ahí, chupando en la cocina, le pregunto cosas de su época, cómo laburaban, cómo era la noche. Es impresionante lo que cuenta el tipo”, se entusiasma. Además, el 5 de diciembre actuará con su octeto en el Centro Cultural Kirchner. Y está produciendo a varios artistas. Y está escribiendo un libro de memorias, que editará Penguin Random House. “Para mí esto de la música es circular: termino algo y ya estoy pensando en lo próximo”, admite. Los proyectos se acumulan y el entusiasmo también, en lo que aparece como todo un modo de ser y hacer para este músico, compositor y productor.
–Recién empieza la entrevista y ya habló de una cantidad de proyectos. ¿Qué puede más, el músico o el productor?
–Lo que pasa es que no puedo dividir. Para mí es un todo, y siempre está dentro de lo que siento ideológicamente que es la música. Yo nunca produje un disco para “salvarme”. Tampoco es que busco no vender. No hice el último disco del Dúo Salteño, por ejemplo, para hacer guita: era un placer, mi vieja estaba viva, les traía mate, charlábamos en la cocina. Lo mismo con tantos tangueros o folkloristas, no solo porque me late la música de ellos, sino porque me pareció que era lo justo. Así fue con Suma Paz, con el Cuchi Leguizamón, Manolo Juárez, Leda Valladares, Eduardo Lagos, o todos los tangueros, pila. Pocas veces produje algo de rock. El rock no necesita, tiene otros circuitos. El folklore, en cambio, está esperando a ser producido. Y además yo necesito llevarme bien con el artista, encontrar placer en eso, como me pasó ahora con Leo García, y en unos días con Los Reyes del Falsete, que están por grabar.
–¿Por qué dice que el folklore está esperando a ser producido?
–Porque hay gente que tiene la música pero no tiene un plan, y ni hablar de que aparezcan subsidios ni préstamos, ¡ni de un banco de plaza! Lo tiene que hacer alguien que tenga ganas, y quiera poner unos pesos. O sea, yo. Hay una manera de hacer un montón de cosas que es nuestro gran invento de la producción independiente. A mí se me ocurrió treinta años atrás. Siempre pensé que el futuro de la música y del cine iba a ser la producción independiente, y eso está pasando. Porque llega un momento en que es imposible que se pongan de acuerdo un tipo que quiera hacer su obra, y el otro que tiene que cumplir con vender tantos miles de discos. No hay manera, son dos objetivos distintos, y contrapuestos.
–¿Y qué les aconseja en ese sentido a los jóvenes músicos?
–A todos les aconsejo que salgan a hacer sus discos, a venderlos, que se muevan. Porque es mentira que ya no se venden más CD: no quieren venderlos en la industria, que es distinto. Porque se acostumbraron durante años a hacerse millonarios sin mover un dedo. Si vos tenés millones para divulgar algo, claro que vendés, así cualquiera. ¿Pero cómo hacés para divulgar algo que realmente vale por lo musical? Tenés que moverte, laburar. Cuando empezó a caer esto de la cantidad de dinero que dejaba la industria, como le llaman, los tipos empezaron a vaticinar que la gente no quiere más discos. Mentira. Si a la gente le encanta la música, ¿por qué no va a escucharla?
–¿Sigue siendo viable Melopea?
–De esta manera, pequeña y artesanal, sí. Sin menospreciar ni mencionar a nadie, he tenido que ir a otros estudios y falta que me revisen de armas. Es un error. Nosotros siempre hemos mantenido esta onda, como una casa de familia. ¡Que lo es! Y además hace tanto que estamos que, ¿quién nos va a cambiar? Tenemos 26 años haciendo lo que nos gusta, y eso vale oro. Tuvimos un momento en que parecía que íbamos a desaparecer, en 2002, como todo el mundo. Pero gracias a Dios no tengo un peso de deuda, y estamos bien: si no alcanza la plata del disco, está la de los conciertos, los derechos autorales, la música de películas. Yo lo veo como un todo. Y no hago otra cosa más que esto en toda mi vida.
–¿Qué tiene que tener un proyecto para que quiera producirlo?
–Me tiene que gustar, entusiasmar. Y tengo que saber que lo voy a poder pagar. Ojo, no hablo de “recuperar”, no es lo mismo. Yo no grabo pensando cuánto voy a recuperar, o cuándo. ¡Si es por eso no hago esto, me pongo un sauna! Tampoco soy un sacrificado ni un filántropo. Es un criterio que tiene que ver con un proyecto general de la música: hago mi música, ayudo a hacer la de otros, eso también me nutre para crecer en lo mío, está equilibrado. Y vivo de lo que amo, ¿cuántos tipos pueden decir eso?
–¿Y su propia carrera, cómo la encara?
–Sabiendo que puedo tocar en una sala espectacular, como unos días atrás en Perú, en el Colón, como a fin del año pasado, o en San Marcos Sierra, el lugar más hippie del planeta, para 85 personas, ¡un lleno! Para mí tienen sentido todos y se me mezclan una cantidad de públicos que esta buenísima.
–Pero algo del ego del artista le tocará cuando son más de 85…
–Yo no puedo pretender llenar siete Luna Parks, es más: estoy convencido de que no podés hacer las dos cosas. No podés hacer esto y buscar “llenar”. Tengo que estar ubicado en lo mío y lo mío es que donde hoy la gente me escuche, le guste, la pase bien, y que yo también la pase bien, que se dé esa conexión. Viene gente a contarme que se emociona con una canción, que le pasó tal o cual cosa… Todavía me sorprende el poder de una canción.
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