Hace cuarenta años, un grupo inclasificable alteró para siempre las categorías existentes. Eran demasiado buenos comediantes para ser músicos, demasiado buenos músicos para ser comediantes y demasiado buenos intérpretes para ser compositores o, tal vez, lo contrario. Eran la derivación de otro grupo anterior, llamado I Musicisti –eran los años en que I Musici estaban de moda– y sus carreras, como la de otros hitos de la cultura argentina, comenzó en el Di Tella y sus alrededores. El grupo se llamó, claro, Les Luthiers y, a lo largo de estas cuatro décadas, no sólo dejó obras perfectas como la Cantata Laxaton sino que se infiltró en la manera de hacer humor de varias generaciones de argentinos. Hoy es imposible escuchar una radio dedicada a la música clásica sin pensar en Marcos Mundstock y el nombre Mastropiero es uno más en el folklore porteño. Hace dos meses, como cierre de una megaexposición dedicada e esa trayectoria brillante, se había planificado un gran recital gratuito y al aire libre, pero las condiciones climáticas no permitieron la realización. Les Lu-thiers se fue a actuar a España, volvió y ahora cumplirá con la presentación pendiente, mañana a las 21, frente al Monumento a Güemes (Avda. Figueroa Alcorta y La Pampa). El repertorio incluirá clásicos de diversas épocas del grupo, como “Warren Sánchez”, “La balada del Séptimo Regimiento”, “Quien conociera a María amaría a María”, “San Ictícola de los peces” o “El explicado”. Como siempre, además de los instrumentos tradicionales estarán aquellos que les dieron el nombre de “luthiers”: objetos tan improbablemente musicales como calefones, latas de aceite o tubos de ensayo convertidos en material de las más inverosímiles combinaciones tímbricas.