Sábado, 17 de noviembre de 2007 | Hoy
LITERATURA › ENTREVISTA AL ESCRITOR JUAN SASTURAIN
Página/12 publicará, a partir de mañana, cada dos semanas, seis de sus libros: La lucha continúa, La mujer ducha, Brooklyn & Medio, Wing de metegol, Los sentidos del agua y Picado grueso. Sasturain repasa un poco su obra y habla del fútbol y de la vida.
Por Angel Berlanga
“¿Cómo fue construyendo ese tono tan solemne para narrar?” Juan Sasturain se ríe un poco ante la pregunta, los anteojos casi sobre la punta de la nariz, los ojitos brillantes y veloces. El argumento para hablar un rato con él es la reedición de seis de sus libros: uno a uno, desde este domingo y cada dos semanas, junto a este diario se irán publicando tres novelas, dos volúmenes de cuentos y una recopilación de ensayos. El asunto arranca mañana, con La lucha continúa, las delirantes aventuras del ex arquero Pedro Pirovano, que empiezan con un penal atajado a un presidente en la quinta de Olivos –años ’90, claro– y tienen su continuidad en incesantes cruces con personajes de surtido calibre: funcionarios corruptísimos pero nunca tanto como aquél, luchadores de Gigantes en el ring reformateados como matones, tipos sospechosos con apellidos de futbolistas –Melgar, Pandolfi, Cucciufo– e incluso el reaparecido y legendario Etchenike, el viejo protagonista de Manual de Perdedores. Mucho de novela negra, tramos de fantástico-ciencia ficción, vertiginosidad de historieta, diálogos cargados de ironía, dureza y humor y un incesante recorrido por los barrios de Buenos Aires. La primera versión de La lucha continúa fue un folletín publicado diariamente en Página/12 durante el verano de 1995; luego, en 2002, Sudamericana la reeditó, aumentada y corregida por Sasturain.
“Debe ser un mecanismo de defensa”, empieza a responder, dando por sentada la ironía. “Comencé a escribir mi primera novela a principios de los ’70, aunque recién la publiqué en 1985, cuando ya tenía cuarenta. Pero para poder hacerla tuve que meterme en un género. Guardándome las distancias, y por favor no me hagas quedar como comparándome con el maestro, es algo así como aquello que decía Borges en el prólogo de Historia universal de la infamia, ‘el irresponsable juego de un tímido que no se animó’, que ‘se distrajo en falsear y tergiversar ajenas historias’. Bueno, antes de poder contar algo, para entrar en la ficción, en el relato, me metí por un costado, como enmascarando la intención; en el caso borgeano fue hacer falsas biografías, conseguir un tono a partir de los materiales ya reciclados; en mi caso, y creo que me sirvió, fue calzar en un género. Uno hace lo que puede, como siempre. Necesitaba abrir muchos paraguas, hacer un texto paródico, establecer ahí adentro referencias a otras escrituras. Evidentemente, fue la dificultad para ir de frente a un texto mucho más descarnado. También es una manera de no tomarse demasiado en serio, ¿no? Y que tampoco te tomen muy en serio. Sin entrar en grandes psicologismos, el mecanismo de defensa implicaría, por si te apuran, algo así: ‘Después de todo, está escrita de manera B, ¿eh?’.”
El segundo libro de la serie que se reedita es La mujer ducha, trece relatos reunidos por primera vez en 2001, textos que, en su mayoría, Sasturain había publicado en revistas, periódicos y antologías. “De este grupo que se reedita es el que más me gusta”, dice. “Ahí hay muchas de las cosas más lindas que he escrito, con personajes muy lindos. ‘Subjuntivo’ me encanta, y ‘Campitos’ debe ser de los mejores cuentos futboleros que he escrito.” El 16 de diciembre se publicará Brooklyn & Medio –una novela un toque juvenil con tono y estructura de policial publicada inicialmente en Colombia– y el 30 el volumen de ensayos Wing de metegol. “Es lo mismo –como experiencia, anota Sasturain– ver un partido de fútbol que asistir a una función de teatro o leer una novela. Me refiero al gesto de entrega, de regalo de la atención, no a la calidad de los resultados, que dependen tanto de la excelencia del objeto observado como de la sensibilidad del espectador. Demasiado obvio acaso, pero verdadero: es más útil y enriquecedor para el espíritu y para la vida ver jugar a Riquelme que leer a Aguinis; del mismo modo que está mucho mejor empleado el tiempo con un cuento de Salinger que con la contemplación de Sampdoria-Perugia.” Ojalá que nunca haya que optar entre ese partido y Aguinis. Y ojalá den con este libro aquellos que saben ver y disfrutar de las posibles dimensiones del fútbol, de su belleza y de sus posibles lecturas, porque estos textos de Sasturain están cargados de sabiduría futbolera y agudeza. Wing de metegol es de lo más lúcido que se ha escrito en la Argentina sobre el juego.
¿De verdad cree que es más difícil ser delantero de primera que profesor de literatura? “Totalmente, no es un chiste”, dice. “Profesor es cualquiera: vas, das las materias, y listo. Pero en primera juegan pocos. Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con lo que se pone en juego en el desarrollo de esas vocaciones, o aptitudes: son cosas distintas. Eso sí: es tan difícil ser un buen profesor como un buen delantero.” El fútbol, como tema, es una presencia casi constante en sus relatos: “Porque me encanta, me ocupa mucho lugar en la cabeza –cuenta–. Soy muy hincha de Boca desde chico, y además me gustó muchísimo jugar. Pensé que con el tiempo se me iba a pasar, que iba a dejar de preocuparme, literalmente. Entre el ’88 y el ’91 viví en Barcelona y me olvidé un poco, ni miraba: tenía la vida muy conmovida por otras cosas. Dejé la política, la Argentina, Boca, todo. Tanto es así que cuando me senté a mirar el Mundial ’90, ese equipo de mierda que llevó el narigón Bilardo a Italia, me dije: ‘¿Y estos quiénes son?’ Había llevado a algunos marcianos, unos muchachos que, en fin, con todo respeto, eran imposibles. Los domingos, para mí, son más lindos cuando Boca gana: es un dato de la realidad, qué se le va a hacer”.
La serie se completa con la novela Los sentidos del agua y con los cuentos breves y futboleros de Picado grueso. “Muchos de mis relatos surgen de pensar situaciones y el fútbol las da todo el tiempo –señala Sasturain–. Unos tipos se afanan las banderitas que se ponen en la 9 de Julio para revenderlas: de ahí sale algo. Estábamos en la cancha de Independiente y nos tiran un chancho con la camiseta de Boca; un cana se lo llevó. ¿Qué pasó con ese chancho? Bueno, de ahí sale ‘El que le da de comer’, un cuento que está en Picado grueso. Mi punto de partida suele ser ése, situaciones. Manual de perdedores surge de un jubilado que en un momento de su vida deja todo, se pone un piloto y se larga a trabajar como detective en Buenos Aires: a ver qué carajo pasa. ¿Qué pasaría con un súper héroe en esta ciudad? Eso es Zenitram”.
“Yo le rajo sobre todo a la solemnidad, a esas formas rígidas de impostación –dice–. Con eso uno solo consigue hacer otro tipo de impostación, obviamente. Nada es espontáneo, todo es trabajado, impostado. El signo de estos tiempos es construir un lugar y una imagen del escritor, y una obra que va a ser leída a partir de esa imagen construida. A mí no me ha gustado impostar esa figura, me desagrada bastante. Yo creo, por otra parte, que la pelea teórica, un poquito presuntuosa, que encaramos para que algunos géneros masivos como la historieta se convirtieran en objeto de estudio literario, de algún modo está presente en la escritura. Hay una cierta continuidad. Pero aviso, siempre, en simultáneo: ‘Me hago el boludo, pero te leo a Onetti y a Felisberto’. Lo que siempre aparece reivindicado, al menos en mi práctica, es algo que hoy en día se empieza a desdibujar un poquito: la vieja noción del estilo, en el sentido de la palabra laburada, aunque sea a través del tono.”
Tono, estilo y talento conduce, naturalmente, a otros nombres: “Creo que Zinedine Zidane es el mejor jugador de los últimos tiempos, descomunal. Diego y él son lo mejor que he visto. Román es un jugador extraordinario, con características muy especiales: por algo admira tanto a los otros dos. Tiene una visión de juego increíble y entiende al fútbol en los dos sentidos: como competencia y como juego en sí. Fijate: los grandes jugadores argentinos son ratas. Y el porvenir del fútbol es negro, viene con los africanos: tienen tiempo, ganas, hambre, espacio. ¡Mirá lo que es Banega! Tiene 19 años y está jugando hace uno y medio en la primera de Boca. Eso se aprende en el potrero. No hay otra. Pero vuelvo a Román: ha desarrollado ese poderoso sentimiento y resentimiento de tipo dueño de sus cosas. Es indoblegable. Y eso lo hace fabuloso. El se relaciona con sus compañeros, con el juego y con la gente; a lo demás se lo pasa por los huevos y se lo banca. Se banca a Macri y lo que venga. Y claro, para cierto tipo de periodismo es un tipo muy incómodo, porque va contra la mistificación de los técnicos en cuanto a que todo puede ser programado y armado, va en contra de los que hacen del fútbol una cosa compleja. Y no hay tal complejidad”.
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