Martes, 18 de diciembre de 2007 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL DIRECTOR ANDRES GERSZENZON
Hoy y mañana, el Coro y Orquesta de la UBA presentará en Ciudad Cultural Konex su versión de La flauta mágica, que propone otro acercamiento a Mozart.
Por Diego Fischerman
Es una de las últimas obras que compuso. Y es, también, una de las más extrañas. La flauta mágica, de Mozart, es famosa, entre otras cuestiones por algunas arias bellísimas, por el virtuosismo de las intervenciones de la Reina de la Noche y por un humanismo un tanto confuso pero del que, de todas maneras, se infiere que son los buenos quienes ganan y los malos los que pierden. Es tan famosa, en todo caso, que los elementos que la hacen extraña quedan, casi siempre, en un discretísimo plano secundario. Pero ni el fenomenal cambio de mirada hacia los personajes entre el primero y el último acto ni el hecho de que Mozart haya elegido el formato de ópera popular para ella –el singspiel, que incluye partes actuadas, como luego lo harían la opereta y la comedia musical– son detalles menores. De allí que cada nueva puesta sea una aventura. Y la que hoy estrena el Coro y Orquesta de la UBA, con dirección musical de Andrés Gerszenzon y diseño visual y dirección general de Matías Unpierrez, promete ir bastante más allá de los convencionalismos del género.
Con funciones esta noche y mañana, a las 20.30, en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131), y montada con el apoyo de la Universidad de Cine y del Complejo Teatral Buenos Aires, esta puesta cuenta con la dirección actoral de Mónica Maffia e incluirá la proyección de imágenes especialmente diseñadas. “La ópera transcurre en dos partes; una es la mirada formal sobre lo digital y la otra es la que se posa sobre lo escénico que propone la propia Flauta mágica”, dice Unpierrez. Este actor, director y guionista, formado con Rubén Szuchmacher y Julio Chávez entre otros y actual coordinador y curador del área de teatro del C. C. Rojas, cuenta, con respecto a su puesta, que “en el video tienen lugar las impresiones e indagaciones que tienen que ver con el territorio poético y fantástico. Eso funciona como marco estético de las escenas. En realidad, lo único concluido es lo que transcurre en el espacio de las proyecciones. Lo que sucede debajo son escenas inacabadas”. En relación con la trama de la ópera, afirma: “Me interesaba seguir los pasos del rito de iniciación; el paso de la oscuridad a la luz. Y me interesaba volcarlo, precisamente, en un planteo de iluminación”.
Protagonizada por Maico Hsiao como Tamino, Marisú Pavón en el papel de Pamina, Mariano Fernández Bustinza como Papagena, Mercedes García Blesa como Papagena, Alejandro Di Nardo en el papel de Sarastro, Salomé Inchaurrondo como Reina de la Noche, Pablo Selci como Monostatos y, en el papel de las Damas, Fernanda Carrera, Verónica Cánaves y Rossana Bravo, en esta versión de La flauta mágica, según Gerszenzon, “hay dos naturalezas paralelas. Las proyecciones son como un eco o una reverberación de la presencia de los personajes. Pero, paradójicamente, este tipo de apuesta escénica me dejó mucho más libertad y me condicionó mucho menos que una régie tradicional, ya que aquí los cantantes tienen que estar menos pendientes de sus acciones y no es necesario adaptar tiempos a las necesidades escénicas”. Para el director, Mozart es usualmente mirado “desde el siglo XIX, más como un precursor de lo que vendría que como el resultado de la estética y las maneras de pensar de la época”.
Gerszenzon, cuya formación incluye la práctica de lo que el mercado denomina “música antigua”, asegura: “Enfoco a Mozart desde el punto de vista del siglo XVIII. Y si bien esto ya es frecuente en Europa, todavía esa onda no llegó aquí, así que debimos romper con toda una modalidad de interpretación un poco anticuada. Pusimos énfasis sobre todo en los ritmos y los compases propuestos por Mozart, que otorgan a la música una gran liviandad y una notable ligereza melódica. La herencia del Romanticismo confunde lo emocional con lo heroico, como si eso fuera la única posibilidad del sentimiento. Por otra parte, el hecho de que el modelo de esta obra sea popular es algo que aparece de una manera tan cristalina en la partitura, que no demanda ningún esfuerzo. Si uno se pone al servicio de la música se va para ese lado con toda naturalidad. La ópera popular es un traje que le queda muy bien”.
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