Martes, 18 de diciembre de 2007 | Hoy
CINE › PAUL AUSTER EN PANTALLA GRANDE
El autor de La música del azar acaba de estrenar en Europa su segundo film como director, La vida interior de Martin Frost.
Por Borja Hermoso *
Entre músicas del azar y libros de las ilusiones, la obra literaria de Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 1947) fue creciendo y creciendo hasta abandonar la piel del escritor solitario para convertirse en estrella del rock... Del rock editorial, se entiende. Pero al hombre que lo tenía todo, al ídolo de seguidores borrachos de páginas inquietantes, siempre le picó la urticaria del cine y así, tras codirigir Humos del vecino (Blue in the Face, 1995), junto a Wayne Wang, se lanzó en solitario a la aventura de Lulu on the Bridge (1998), experiencia que pese a la presencia del gran Harvey Keitel le salió apenas regular. Ahora vuelve a las pantallas con su segunda autoría absoluta como director: La vida interior de Martin Frost, estrenada en el último Festival de San Sebastián, donde el autor de Mr. Vertigo y La trilogía de Nueva York ejerció, además, de presidente del jurado.
–La historia de un hombre que escribe la historia de un hombre que escribe la historia de un hombre: una trama complicada, ¿no cree?
–Sí, corrí el riesgo de perderme en la jungla de las complicaciones, pero creo que valía la pena. Ese riesgo reflejaba mis opiniones personales acerca del proceso creativo, que tiende a querer hacer cosas distintas a las demás. En este caso, quería una película distinta, algo que no se hubiese visto antes, y sabía que eso molestaría mucho a unos y gustaría bastante a otros.
–Siempre habla usted de su cine como algo que o bien se ama o bien se odia. ¿Por qué hay que ser tan radicales, es que no hay término medio?
–Bueno, eso es algo que también sucede con mis libros, se aman o se odian... y la verdad es que ya estoy acostumbrado. Es una manera dolorosa de vivir, pero es la historia de mi vida (risas).
–¿Hasta qué punto son sus películas una prolongación de sus libros?
–Bueno, por ahora he hecho sólo dos películas totalmente mías. Y puedo decir que las dos son una extensión de mi trabajo como escritor, porque ambas nacen de lo más profundo de mi imaginación. Sin embargo, eran dos historias que necesitaban imperativamente ser contadas de manera visual, y no literaria. Y en ambos casos, el enfoque es digamos que mucho más pequeño que en el de mis novelas. Casi podemos hablar de películas que son como dos relatos cortos.
–El mundo del cine es un poco hostil con Paul Auster. Tuvo problemas para estrenar en los circuitos comerciales Lulu on the Bridge y ahora los tuvo para financiar La vida interior de Martin Frost...
–Bueno, fue una compañía inglesa la que financió Lulu on the Bridge. Una compañía liderada por dos mujeres muy entusiastas al principio, pero que no entendieron bien el espíritu de la película. Se creyeron que estaban financiando una película comercial... ¡no sé en qué estaban pensando! Exigieron un montón de dinero a los distribuidores. Y la cosa no funcionó. Nunca llegó a estrenarse en cines en Estados Unidos, sólo en DVD y en televisión.
–¿Cómo se recibió en su país La vida interior de Martin Frost?
–Se estrenó a principios de septiembre y fue masacrada por los críticos. Me sentí como Jesús en la cruz. O como san Sebastián con las flechas clavadas. Terrible.
–Después de estas dos películas, ¿de verdad espera usted una carrera como cineasta o son sólo experiencias puntuales?
–No, no. Es sólo una actividad ocasional. Eso sí, me gustaría hacer otra película algún día.
–Es masacrado por la crítica, estrena con dificultad o no estrena... pero quiere hacer más películas: perdone, pero ¿cómo se llama el masoquista que lleva dentro?
–Sí, sí, soy un poco masoquista, lo reconozco. Pero la verdad es que al hacer películas se experimenta mucho placer. Uno trabaja con otras personas, y eso para mí ya está bien. Hay que tener en cuenta que paso la mayor parte de mi tiempo encerrado en una habitación, trabajando solo. Ya veremos lo que trae el futuro. Quién sabe, a lo mejor podría morirme esta tarde, no se pueden hacer planes.
–¿Es verdad que en el fondo usted siempre quiso ser director de cine pero que por su timidez acabó siendo escritor?
–Eso es así. Y el cine es un escape que me lo hace pasar bien. Disfruto con la música, disfruto con el decorado, disfruto con la producción, disfruto con la peluquería, pero sobre todo disfruto con el trabajo junto a los actores... porque en el fondo pienso que los actores y los escritores somos muy parecidos. Los dos intentamos que los seres imaginarios se vuelvan reales. Un actor lo hace con su cuerpo y un escritor, con su lapicera. ¡Ah!, y luego está la parte del montaje, que es la parte más emocionante de una película, y desde luego la que más se parece al oficio de escribir.
–¿Qué diferencias hay entre escribir un guión y una novela?
–No tiene nada que ver. Si escribo una novela, siento como si estuviera viéndolo todo en tres dimensiones. Pero si escribo un guión, pienso en un rectángulo, y además todo va cortado en trocitos y todo es diálogo. En mis novelas, apenas hay diálogos.
–¿Y el azar? Parece ejercer una gran influencia en su obra.
–La muerte de un amigo mío al que atravesó un rayo cuando tenía sólo 14 años me marcó. Supongo que ésa es la explicación. Todo puede cambiar de golpe.
–¿Son sus libros las cosas que le han pasado?
–No son autobiográficos, pero a veces uso en ellos cosas que me han pasado.
–Está usted en una edad, digamos, simbólica. Los 60. ¿Está cansado?
–Me siento como si tuviera 30. Como si acabara de empezar.
–Lou Reed dejó dicho en My House cuál era la trilogía de su vida: “Mi escritura, mi motocicleta y mi mujer”. ¿Y la suya?
–Quite usted lo de la motocicleta y ahí está la mía. Como dijo Freud: “Amor y trabajo”. Ahí está lo esencial.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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