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Viernes, 18 de abril de 2008

MUSICA › LUDMILA FERNANDEZ PRESENTA SU DISCO DIVERSO, HOY EN NOTORIOUS

“A mí el autobombo me da un pudor enorme”

 Por Cristian Vitale

En una charla relajada post concierto, Ludmila Fernández se sale de curso. “¿Si soy una cantante de jazz? A esta altura ya no sé qué soy.” A juzgar por el antecedente del show, lo que se escucha y ve es lo que es: una voz que roza lo impecable a través de standards (“My man’s gone”, “Just one of those things”) y mantiene a los que escuchan, seducidos por el clima. Eso, más algo de bossa nova (“Desafinado”, “A felicidade”, de Jobim) y fugas folklóricas que la hermanan con Cuchi Leguizamón (“Zamba para la viuda”). La suma da que Ludmila es una cantante de jazz, aunque con sus giros. A juzgar por el disco, la mirada no cambia. Diverso (que vuelve a presentar mañana en Notorious) no es más que la traducción a estudio de su pulso inquieto y versátil. Indefectiblemente jazzero. “El autobombo me da un pudor enorme. Está bien, no se condice mucho con el rol de cantante, pero es el instrumento que me gusta y trato de andar por ahí, esquiva”, resuelve.

Hija de melómanos, Ludmila tiene 38 años y emerge hace tiempo como una de las cantantes de jazz más interesantes de la escena local. La primera vez que alguien pagó una entrada para verla fue en 1991, un debut que la encontró con Nicolás Guerschberg y determinó su devenir. “Muy gracioso: como él iba al secundario y no andaba bien en las materias, no podíamos ensayar. Yo le decía ‘ponete las pilas que va a salir todo mal’. Mezclábamos Beatles con Gershwin, Carpenters o Celeste Carballo... cualquiera”, se ríe. Después llegaron el trío con Alejandro Manzoni y Fernando Galimany, la participación en festivales de jazz tierra adentro, un peregrinaje por el circuito porteño y los dos discos que anteceden a Diverso: Now’s the time, que incluye arreglos de standards, y Oliverio Girondo, un sutil trabajo que mixtura textos del escritor uruguayo con músicas de Fernando Lerman.

Una carrera discográfica que intercala con su trabajo como profesora de canto en la Escuela de Música de Ramos Mejía. “Batallo mucho para que mis alumnos sean músicos, porque siempre me pareció que el cantante también debe ser músico y no una figurita que está ahí porque es bonito, tiene carisma, o pega. Eso puede ser un actor de telenovelas, pero si estás haciendo música, sé músico”, dice con tono militante. Y prolonga: “En la escuela armamos un programa de materia ‘canto jazz’. Estamos experimentando con los alumnos esto de formar en la escuela pública argentina cantantes de jazz. Es como una locura, pero es genial. Una oportunidad que yo no tuve”.

–Casi una pionera.

–Puede ser. La experiencia es muy buena, es diferente al trabajo particular. Cuando trabajás en tu casa se acerca gente súper variada, con predisposición por la música y gente que no, que lo hace por terapia, esas cosas. A la escuela viene gente que se sacrifica por estar, que labura, del conurbano. Lo valoro muchísimo. ¿Será porque nací un 1º de mayo?

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