Miércoles, 4 de junio de 2008 | Hoy
LITERATURA › PATRICIA ALDANA, DE LA ORGANIZACIóN INTERNACIONAL DEL LIBRO INFANTIL Y JUVENIL
La editora independiente y presidenta de la asociación sabe que hay un nuevo interés del público más joven, pero enumera las dificultades frente a los nuevos medios y las restricciones que existen a la circulación en toda América.
Patricia Aldana, presidenta de la Organización Internacional del Libro Infantil y Juvenil (IBBY), suspira como si, por oficio –editora independiente–, estuviera resignada a poner el cuerpo a los problemas. En el hotel de Barrio Norte donde se aloja no hay servicio de cafetería ni en el lobby ni en las habitaciones. Pero Patsy, como la llaman casi todos los editores, autores e ilustradores, no suspira ni por la falta de una bebida caliente para paliar el frío ni por el cansancio del viaje. Partió de Canadá, donde reside, hizo una escala en Brasil, para celebrar los cuarenta años del IBBY brasileño, y llegó aquí, por primera vez, para participar de un encuentro sobre literatura oral en lengua castellana, en la Casa del Escritor, con los investigadores Carlos Silveyra, Alicia Salvi y Susana Itzcovich, presidenta de Alija, Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina, representante del IBBY en el país. Suspira por los excedentes, ese talón de Aquiles de los que se dedican a la edición. “Hay demasiados libros en el mundo, muchos libros malos, publicados por razones comerciales, atados a series de TV o películas. Pero en este momento en la Argentina hay libros muy interesantes en pequeñas editoriales, y también en las grandes”, dice la editora.
Aldana nació en Guatemala en 1946, estudió en EE.UU. y en 1971 se instaló en Canadá, donde creó la independiente Groundwood Books, que edita desde 1978 libros infantiles y juveniles. En 1996, bajo el sello Libros Tigrillo, comenzó a publicar libros en español de autores latinoamericanos que incluye argentinos como Isol, Sandra Comino y Jorge Luján. Como en la Guatemala de su infancia no había libros en español, su madre, nacida en EE.UU., le daba libros en inglés. “Era una niña en Guatemala leyendo libros en inglés”, recuerda. “Hubiera sido fantástico tener libros guatemaltecos, latinoamericanos o en español, pero no había. Ahora que hay tanta riqueza en la literatura, a pesar de los problemas, los niños tienen más posibilidades de encontrarse con libros en español.”
Cuando Patsy dice “problemas”, se refiere a las múltiples aduanas que interfieren en la circulación de los libros. “Nos interesa que haya más intercambios por traducción, por ventas de derecho, por distribución. En América latina las estructuras fiscales hacen muy difícil que el libro circule de un país a otro. IBBY y los editores están tratando de convencer a los gobiernos para que abran las puertas a los libros, que deberían transitar libremente. En algunos países logramos que el libro no pague impuestos, pero sí se pagan sobre los insumos. Los gobiernos buscan ingresos por todos lados y los libros no son el primer interés; no ven la importancia de que sean accesibles”, plantea. “Y el transporte del libro en las Américas es caro.” Aldana señala que desde el IBBY –institución creada en 1953 en Zurich, integrada por asociaciones y personas de todo el mundo comprometidas con propiciar el encuentro entre libros e infancia– busca promover la traducción, “especialmente en el mundo anglosajón, que casi no hace traducciones”, aclara.
–¿Por qué casi no traducen?
–El libro en inglés es el más traducido porque es la lingua franca. Los editores en muchos países sólo leen en inglés, entonces si un libro no fue escrito o traducido al inglés, un editor francés, alemán, sueco o ruso no lo puede leer. Antes el mercado norteamericano y el inglés estaban más interesados en hacer traducciones. Ahora son más autosuficientes, no les interesa el resto del mundo, traducir es más costoso. Hay muchas razones hasta inconscientes que hacen que no se traduzca. La realidad es que el efecto ha sido muy nefasto en todo el mundo.
–¿El fenómeno Potter abrió las puertas del libro infantil y juvenil?
–Tuvo un efecto de creación de lectores, porque muchos niños no hubieran leído sin Potter, pero ni los editores ni los promotores de lectura supieron usarlo para llevar a los chicos a otros libros.
–¿Cómo capitalizó usted el fenómeno?
–No publico fantasía, no me gusta. No soy lectora de fantasía: yo no hubiera publicado Harry Potter (risas). Trato de publicar buena literatura, libros que generen placer a los niños, y eso es lo que nos enseñó Harry Potter: si un libro engancha, el niño lo va a leer. Tuvimos un éxito increíble, inesperado, con un libro que publiqué antes del 11 de septiembre sobre una niña que vivía en Afganistán bajo el régimen talibán, El pan de la guerra, de Deborah Ellis; una niña que debe disfrazarse de niño para ganarse la vida. Ellis donó sus regalías y con ese dinero, casi un millón de dólares, se construyeron bibliotecas, escuelas y clínicas para mujeres y niñas en Afganistán. En España se hicieron más de diez reimpresiones, se publicó en Pakistán. En EE.UU. el libro se enseña en muchas escuelas. No es Harry Potter, pero no está mal. Es un libro que engancha a pesar de tratar algo tan pesado como la guerra de Afganistán. Es un libro muy serio. Creía que íbamos a vender 3000 copias...
–¿El mercado se volvió imprevisible o el lector infantil cambia tan rápido que es difícil saber cuáles son sus intereses o inquietudes?
–La industria del libro no tiene muchos márgenes de ganancia; hacer marketing con los libros es difícil contra la maquinaria de las películas, los videojuegos, donde se invierte mucho dinero. Lo difícil es tratar de llegar al niño ante esta enorme cortina de dinero. Además hay muchos libros, entonces un maestro o un papá no saben cuáles son buenos. Una de las cosas que podemos hacer desde el IBBY es indicar cuáles valen la pena. Tenemos que hallar los tesoros y llevarlos a los niños. En muchos países la biblioteca escolar es el lugar donde hay buenos libros, seleccionados, con suerte, por una persona que sabe. Es fundamental en la creación de lectores.
–¿Qué opina del protagonismo que adquirió en estos años el ilustrador?
–El ilustrador es muy importante, pero el texto es fundamental. La conexión entre texto e ilustración es esencial. Un libro sin texto es vacío, aunque sea bellísimo estéticamente. Es importante que haya tantos buenos ilustradores, pero los editores tienen que recordar que el texto es la clave para un buen libro. Los autores no pueden quedar relegados.
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