LITERATURA › ENTREVISTA A MEMPO GIARDINELLI, QUE ORGANIZA EL FORO INTERNACIONAL POR EL FOMENTO DEL LIBRO Y LA LECTURA
“Los libros tienen que volver a comenzar la vida”
Desde hace diez años el escritor y periodista chaqueño coordina, a través de su fundación, un encuentro cultural al que acuden autores y especialistas argentinos y extranjeros.
Por Silvina Friera
Los libros resisten por las calles de Resistencia, la capital del Chaco, desde hace diez años. Y es una resistencia federal que deja a muchos exhaustos, pero felices. “Nosotros nos arremangamos y laburamos”, sintetiza Mempo Giardinelli los verbos que se conjugan en el 10º Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura que se inauguró ayer, organizado por la fundación que lleva el nombre y apellido del escritor. Lo de arremangarse y laburar tiene una explicación: sin subsidios estatales ni privados, la ONG de Giardinelli instaló en 1996 la importancia de la promoción del libro y la lectura, justo cuando el menemismo se encargaba de desmantelar el país a machetazos, poco tiempo después de que la Ley Federal de Educación sepultara los sueños de una educación pública digna y de calidad. Al principio resultaba exótico que un escritor se paseara por todas las provincias con un abecé tan básico como incuestionable: “Leer por leer”. Nada de imponer dogmas que, en el mejor de los casos, ahuyentan a los lectores de los libros o que, en el peor, los divorcian sin intermediaciones posibles. La cuestión reside en nutrir el entusiasmo más que en poner a prueba la idoneidad de los lectores.
El escritor y periodista chaqueño cuenta que su mamá y su hermana mayor lo iniciaron en el amor por los libros. “Soy de los que aprendí a amar la lectura en la falda de mi vieja”, señala el autor de Santo oficio de la memoria, por el que recibió el premio Rómulo Gallegos en 1993. “Los primeros libros que coleccioné fueron las obras completas de Monteiro Lobato, un gran escritor brasileño de principios del siglo XX. Esos fueron mis primeros tesoros”, recuerda el escritor, y aclara que no había intelectuales en su familia, “un hogar humilde”, pero su madre era una mujer inquieta y curiosa. “En una Argentina con familias destruidas, suplimos la destrucción a través de la lectura”, dice Giardinelli en la entrevista con Página/12. En la décima edición del Foro Internacional, que concluye el próximo sábado, participan los escritores y especialistas Angélica Gorodischer, Ivonne Bordelois, Gustavo Nielsen, Guillermo Martínez, Mario Goloboff, Adela Basch, Horacio González, Adriana Puiggrós y Graciela Aráoz, entre otros; a los que se suman las visitas internacionales del mexicano Eraclio Zepeda, el cubano Reinaldo Montero y el chileno Jorge Montealegre.
–¿Cuáles son los caminos más adecuados para promover el libro y la lectura?
–No hay recetas, pero lo que nosotros proponemos es la libertad. Hay que terminar con la relación temerosa con el libro, hay que crear una relación fraternal y libre porque la lectura es un ejercicio de libertad y de placer. La lectura nunca puede ser utilitaria y obligatoria, no hay que trabajar la literatura dando tareas o asignando problemas o cuestiones que los chicos deban resolver en las escuelas. Simplemente, proponemos leer por leer. No hay otro camino para la lectura que no sea el de la libertad.
–¿Hay una percepción social diferente respecto del papel que cumple la lectura?
–Sí, hay un reposicionamiento del prestigio de la lectura. Cualquier hombre o mujer que parás en la calle y le preguntás si es importante la lectura, te dice que sí. El libro y la lectura se han represtigiado, pero esto no significa que automáticamente se hayan revertido las tendencias negativas. Hoy cualquier hogar argentino sabe que sin lectura no hay destino. No hay la menor posibilidad de recuperación social y recomposición política, educacional y ética si no es a través de una recuperación de la lectura. Es un sentimiento que la sociedad argentina comparte aunque no lo sepa, aunque no tenga la conciencia que podemos tener nosotros. Esta es una primera batalla ganada.
–¿Es transferible la experiencia de la lectura en sectores sociales que tienen poco contacto con el libro o con las bibliotecas?
–Es transferible el amor y el estímulo, y nosotros lo hacemos a través de la narración de la experiencia y de los talleres. Pero la experiencia íntima de la lectura es algo que simplemente sucede. Si los niños argentinos ven que sus mamás y sus papás leen, ellos también leerán. Pero si los padres y los maestros están como idiotas, haciendo zaping cinco horas por día frente al televisor, los chicos van a ser idiotas haciendo zaping. Si seguimos cautivos de la televisión como estamos, de manera acrítica y sin dar esta batalla, estamos perdidos. El problema de la lectura no es de los chicos sino de los adultos. “Los nenes en casa no leen”, dicen. El problema es que usted no lee. “Mis alumnos no quieren leer”, dicen muchos maestros. Bueno, lea, comparta un buen cuento de Cortázar, diviértase con los cronopios y los chicos van a estar todos de su lado.
–¿La televisión es una influencia negativa que “compite” con los libros?
–A mí no me gusta caer en la remanida pelea de algunos intelectuales y comunicadores que plantean la antinomia “libros sí, televisión no”. Es una tontería, a mí ese debate no me interesa.
–¿Es el error de enfrentar los libros con la televisión, cuando deberían estar más relacionados?
–La televisión tiene una extraordinaria tarea que podría hacer a favor de la lectura. La televisión no es enemiga de los libros; al contrario, debería ser un auxiliar de cualquier campaña educativa. Pero como está manejada la televisión en la Argentina, con las distracciones permanentes del Comfer y la vulgaridad instalada, con el bestiario dominante, ahí no podemos hacer nada o se hace más difícil. Pero eso no quiere decir que la televisión en sí misma sea el enemigo.
–¿Por qué piensa que la escuela fracasa a la hora de atraer al chico hacia los libros?
–Yo no creo que la escuela fracase.
–Si no hubiera fracasado, probablemente no se habrían creado planes y campañas de fomento del libro y la lectura.
–Lo que pasó es que el Estado se corrió del papel de promotor de la lectura que debió tener, y que alguna vez tuvo en la Argentina. Con la destrucción de la escuela pública y La Ley Federal de Educación, que trajo el menemismo, los maestros se concentraron en la lucha salarial y la escuela se convirtió en una suerte de reducto para los chicos, que por suerte, por lo menos, van a comer y están contenidos durante algunas horas. No es que la escuela fracase, antes no había estos planes. Con el Plan Nacional de Lectura y la Campaña Nacional de Lectura, con el trabajo que se está haciendo con maestros y bibliotecarios en todo el país, no tengas ninguna duda de que la escuela en este momento no está fracasando.
–Para su generación, los libros “iniciaban” la vida. ¿Cómo percibe ese vínculo en las nuevas generaciones?
–Los libros siempre inician la vida, en todas las generaciones, lo que tenemos que hacer es que vuelvan a iniciarla. El libro es la puerta de la imaginación, de la fantasía, de la ilusión. En el libro todos nos ponemos a trabajar, es como un gimnasio activo de nuestras neuronas. En realidad, todo lo que hay en el libro son nada más que letras negras sobre papel blanco, pero todo lo que uno no mira a simple vista, lo está viendo con los ojos de la inteligencia y de la sensibilidad.