Sábado, 27 de mayo de 2006 | Hoy
LITERATURA › EL ESCRITOR PERUANO PRESENTO SU ULTIMA NOVELA
A través de una videoconferencia, habló de su flamante novela, Travesuras de la niña mala, trazó una analogía con Madame Bovary y criticó la falta de “compromiso cívico” de los escritores.
Por S. F.
La segunda vuelta electoral en Perú, que se realizará el próximo 4 de junio, es tan crucial para la vida política del país que el escritor Mario Vargas Llosa no eludió el tema durante la videoconferencia en la que presentó su última novela, Travesuras de la niña mala (Alfaguara). “Sería una verdadera insensatez, un suicidio, elegir el autoritarismo, el militarismo, el nacionalismo. Los peruanos, y los latinoamericanos en general, conocemos lo destructivo que es”, dijo el escritor en uno de los momentos donde más serio y tenso se puso. Y aunque no dio nombres, quedó claro que se refería al peligro que implicaría que el líder de Unión por el Perú (UPP), Ollanta Humala, ganara las elecciones y derrotara a Alan García, quien fue presidente de 1985 a 1990. Y tan importante es el resultado electoral que de él dependerá que “se desplome la democracia que tenemos”, aseguró Vargas Llosa ante los periodistas de once países de América latina.
“Un escritor puede hablar de su país, aunque no resida en él, con más objetividad que si estuviera inmerso en la vida cotidiana del lugar. A la distancia se ve con más claridad qué es lo sustantivo de una realidad. La perspectiva que da la distancia permite muchas veces conocer y juzgar mejor un país”, declaró el autor de La ciudad y los perros, quien hace varios años reside en España. Vargas Llosa, que quiso ser presidente del Perú en 1990, pero fue derrotado por Alberto Fujimori, aludió a “un pequeño demagogo financiado por Chávez, el gran desestabilizador de Sudamérica, que representa una opción pseudoindigenista, racista, militarista, autoritaria”. De las nuevas generaciones de escritores, el peruano señaló que “son libres de escribir como quieran”, pero lamentó “la pérdida de compromiso cívico” de los autores más jóvenes.
Vargas Llosa confesó que escribir una novela de amor fue un desafío. Travesuras de la niña mala narra la pasión entre Ricardo, un peruano que se va de su país con el sueño de vivir en París y que se gana la vida como traductor, y la enigmática “chilenita”, “guerrillera cubana”, “madame Arnoux”, “la señora Richardson”, Kuriko, en verdad Otilia, que empieza en el barrio de Miraflores (Perú) y atraviesa el París revolucionario de los ’60, el Londres psicodélico de los ’70, Tokio y el Madrid de la movida de los años ’80. Una novela “total” de los últimos cincuenta años de la historia política y cultural del mundo. “Sin las experiencias que me dieron esas ciudades no sería el escritor que soy”, subrayó. Acerca de la devoción que siente el personaje por “la niña mala”, el escritor advirtió que “el amor es siempre difícil de explicar racionalmente”. Pero añadió: “Sin esa pasión, su vida (por Ricardo, el personaje) hubiera sido gris y rutinaria”.
La novela, que se lee siempre con una sonrisa, tiene mucho humor e ironía. Cuando le preguntaron por qué era tan “ligera” dentro de su producción narrativa, Vargas Llosa aclaró que “el amor no es tan ligero, que puede ser dramático”. Sin embargo, admitió que lo más ligero es “la manera en cómo está contada la historia, el tipo de experiencias que se narran tienen un tratamiento formal diferente”, por ejemplo, a La fiesta del chivo o El paraíso en la otra esquina. Por el modo en que ha usado su propia memoria y experiencia, según aseguró el autor, por el humor y el juego constante que plantea la historia, reconoció que su nueva novela tiene cierto parentesco con La tía Julia y el escribidor. “Viví en París en esa época y conocí a muchos de los dirigentes del MIR que pasaban por allí rumbo a Cuba, China o Corea del Norte y que luego regresaban al Perú”, precisó el escritor. “Todo lo que he escrito materializa fantasmas que, hasta que no se convierten en historias, son muy borrosos, unas sombras sin consistencias.” Aunque explicó que el punto de partida de sus historias tiene raíces en lo vivido, afirmó que el origen de una novela es siempre misterioso. “La ficción estimula mucho nuestros deseos y nos hace tener una mirada crítica de nuestro entorno”, aseguró Vargas Llosa. Gran admirador de Flaubert –“es uno de mis novelistas favoritos, un maestro para mí, un modelo”–, el autor del indispensable ensayo La orgía perpetua (en el que analiza Madame Bovary) asumió que no le extrañaría que los lectores puedan encontrar cierta influencia flaubertiana proyectada en Travesuras de la niña mala. “Es verdad que ‘la niña mala’ se parece a Emma Bovary en su audacia, en su ambición, en su rechazo a toda forma de compromiso. Al mismo tiempo hay grandes diferencias, que son las de época y de tiempo –comparó el escritor peruano–. La niña mala es una mujer contemporánea, emancipada, liberada de prejuicios. Madame Bovary nunca encontró un hombre que estuviera a la altura de ella. Creo que Ricardo, contrariamente a los hombres de Madame Bovary, amó y endiosó a la niña mala, le dio una dignidad a través de ese amor, lo que marca una distancia enorme entre Emma Bovary y la niña mala.”
En las entrelíneas de la novela, también se encuentra una cierta nostalgia del momento de gran esplendor intelectual y literario de Francia. “La literatura que sigue a la de Sartre, a la de Camus, a la de Malraux, es mucho más pobre, menos creativa y sobre todo hecha por críticos y charlatanes”, opinó Vargas Llosa. “Ese esplendor creo que empieza a extinguirse de alguna manera en los años ’60.” Respecto del movimiento hippie, aseguró que no participó “ni por temperamento ni por edad”. Pero reveló que vivió con mucha simpatía ese movimiento de jóvenes en rebeldía contra sus padres, contra la moral convencional, contra los modelos de vida, y que proclamaban una libertad mucho mayor en los usos y las costumbres, “sobre todo en el amor y en el sexo, y que de alguna manera practicaban formas contemplativas que buscaban enriquecer espiritualmente la vida, aunque creo que tenían mucho de ingenuo”.
También confesó que tiene un sentimiento agridulce cuando evoca su niñez de chico privilegiado en el barrio exclusivo de Miraflores. “Esos años me han dado un material muy rico sobre el que he vuelto una y otra vez en las historias.” Cuando le preguntaron sobre la importancia de las mujeres en su obra, el escritor respondió: “En mi vida y en mi obra han sido fundamentales”. Uno de los periodistas quiso saber si Vargas Llosa tuvo en su vida una niña mala que lo despreciara y le hiciera perder el sosiego, como al personaje de su última novela. Con un gesto risueño el escritor contestó: “Eso me lo voy a guardar como un secreto”.
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