Viernes, 13 de noviembre de 2015 | Hoy
LITERATURA › ENTREVISTA A LA ILUSTRADORA Y ESCRITORA ALEMANA JUTTA BAUER
Autora de unos cincuenta títulos y ganadora del prestigioso premio Hans Christian Andersen, Bauer participa de la nueva edición del Filbita. Dice que a la hora de dirigirse a los niños hay que abordar todos los temas, inclusive “la guerra, la muerte y la violencia”.
Por Karina Micheletto
Jutta Bauer llega a la entrevista trayendo una sonrisa grande, un pequeño peluche de la ovejita Selma –la protagonista de uno de sus más conocidos cuentos– y una cantidad de libros que pronto despliega en la mesa, algunos en las ediciones originales en alemán, otros, traducidos al español. “No es posible hablar de libros ilustrados sin tenerlos a mano. He visto mesas enteras en lugares como la Feria de Frankfurt, largas discusiones sobre el tema, sin una sola imagen. ¡Qué locura!, observa. La autora de Selma, El ángel del abuelo y La reina de los colores es una de las principales invitadas del Filbita, el festival de literatura infantil que año a año se supera con cuidadas propuestas alrededor de la lectura y la escritura (ver aparte). Allí, tras un “cruce epistolar” que realizó ayer con la ilustradora y escritora Isol –con el acertado título, tratándose de estas creadoras, de “Leer, jugar y crear como niñas (toda la vida)”–, la alemana dará mañana y el domingo dos talleres para chicos, a partir de La reina de los colores.
“Lo más fascinante de trabajar con los chicos es ver cómo ellos hacen lo que quieren. Ni más ni menos que eso: lo que quieren, lo que tienen ganas. Nada está mal ni bien, no hace falta mirar al de al lado para ver si estás en lo correcto. Los invito a que hagan su gato, y si es flaco o gordo, si tiene calzoncillos, vale igual. Y si quieren hacer una princesa, les explico que no todas tienen que ser rubias. Cuando entran en esa lógica que es, justamente, la de los niños, donde nada es correcto o incorrecto, todo está bien porque es lo de cada uno, es una gran liberación”, comenta la ilustradora y escritora.
Entre los libros que la entusiasman y que ahora despliega sobre la mesa de su hotel en Buenos Aires, hay uno que es aún una maqueta, y que está hecho –escrito y dibujado– por niños de Perú y de Alemania. Fue un proyecto que la misma Bauer ideó y concretó, viajando para dar los talleres, e involucrándose luego en la edición. “Cuando los niños de los Andes y los niños de Hamburgo cuentan y dibujan, aparece muy claramente todo lo que tienen de diferente, y lo que tienen de iguales. Es fascinante”, asegura. “Cuesta editar este tipo de libros, por ejemplo, porque las ilustraciones están hechas por niños, y me dicen que no es lo que vende. Así que bueno, me puse a buscar cómo editarlo yo, y finalmente va a salir por la editorial Mira y Escucha, que publica textos multilingües. Me gusta encarar proyectos integrales, me gusta más que solo dibujar un libro, y después otro y otro. Hoy por hoy encuentro interesante otras cosas: hacer proyectos sociales, buscar contacto con otros ilustradores, crear también esa parte. ¡Será que ya me estoy poniendo vieja! (risas).
–Llegó al Filbita para participar de un encuentro que plantea “Leer, jugar y crear como niñas, toda la vida”. ¿De eso se trata la creación?
–Hay dos palabras en alemán para referirse a la infancia. Una tiene una connotación más negativa, es el niño con el berrinche, el que dice que no a todo. Y luego está esa idea de niñez que es tan bella, porque yo siento que los niños tienen características muy importantes y necesarias, y que vamos perdiendo con los años. Lo corroboro cada vez que trabajo con niños, ¡me dan una cierta envidia! Ellos son tan naturales, con una creatividad, diría, esencial. Picasso dijo que el virtuosismo es enemigo del arte, y ocurre que con los años nos vamos haciendo cada vez más virtuosos y menos esenciales.
–¿La tarea sería guardar o recuperar la mirada del niño?
–Muchos autores importantes, como Astrid Lindgren, tomaron muy en serio esta tarea, la de cuidar la relación con el niño interior.
–¿Esto vale solo para las obras para niños o para todos los artistas, en general?
–La palabra de Picasso vale para todos. Yo no puedo juzgar cómo lo sienten los artistas plásticos que sólo trabajan para adultos. En algunos casos los siento separados, distantes, en otros no. Para los artistas que trabajamos con chicos, claramente vale.
–Como muchos, usted trabaja tanto para adultos como para chicos. Y aquí viene la pregunta remanida: ¿cuáles son las diferencias, si es que las hay, entre un público y otro?
–No sé si hay una diferencia grande, ni siquiera sé si existe esa diferencia. Lo que sí sé es que con los chicos uno puede hablar de todo y debe hablar de todo: de la guerra, de la muerte, de la violencia, de esos temas también. De todo lo que forma parte del mundo. Acabo de hacer un libro sobre la muerte, ya se publicó en Alemania y será traducido al español, se llama Limonada. El título no dice mucho, las ilustraciones, si uno lo hojea, tampoco, pero deliberadamente me propuse aquí hablar de la muerte. En Alemania está casi prohibido hablar de este tema con chicos, sé que eso es muy distinto en países de Africa y de América latina. En Alemania tuve que defender bastante esta necesidad de hablar de la muerte con los chicos, hice una gran cantidad de talleres al respecto. Y la respuesta de los chicos es muy clara y directa: ellos te dicen: claro, a mí se me murió el hámster, a mí mi abuelo. El tema está, existe. Al fin y al cabo, es parte de la vida.
–¿Y qué ocurre en Alemania en relación a un tema como el del Holocausto, al dirigirse a los chicos?
–Es un tema generacional. Yo nací en el 55. En el 68 todos fuimos comunistas o de izquierda porque nuestros padres no quisieron hablar del Holocausto. Y no- sotros queríamos saber qué había pasado, entonces fuimos a preguntarles a los comunistas que sí tenían respuestas para darnos, nos hablaban de aquello que ni nuestros padres ni nuestros maestros querían hablar. La mía fue una generación muy politizada. Luego vino la generación que nos siguió. Y resulta que ahora ellos están hartos de que les hablen del Holocausto. Lo que hoy nos preocupa muchísimo y nos da mucha pena es la reacción que está habiendo en lo que era Alemania Oriental, donde los chicos crecieron con toda esa información porque era doctrina del Estado informarlos. Bueno, hoy se está dando la reacción absolutamente contraria. En la escuela tuvieron la línea antifascista y la reacción hoy son movimientos fascistas que están saliendo a la calle, grupos como Pegida que llevan demandas de derecha, autoritarias y fascistas, muy fuertes, nucleados en la ciudad de Dresden.
–¿Y esos fueron los niños formados en el antifascismo?
–Evidentemente, fue algo tan formal y lejano que no llegaron a los seres humanos, no pudieron tocar a las personas. Hoy es gente que odia a los inmigrantes porque les tiene miedo. La inmigración es el gran tema hoy en Alemania. Y el miedo. Existe mucha gente con miedo, y esa es la gran cuestión. Por el otro lado, hay mucha gente que está muy comprometida con ayudar a los inmigrantes y que entiende que es una responsabilidad enfrentar este tema. Los que están saliendo a las calles con estas demandas de derecha, es gente que después de la unificación de las dos Alemanias, consiguió un poquito de bienestar, un poquito de algo para defender, y que ahora se aferra a eso. Desde ese miedo de perder ese poquito, se construye el odio. Entre unos y otros, lo que hay hoy, es una gran zanja. De eso se está hablando en Alemania.
–¡La grieta! (risas).
–En la Alemania de hoy, de un lado están los que dicen: esta es la situación hoy, veamos cómo la podemos resolver, cómo actuar. Y del otro lado, los que tienen miedo y solo piensan en defender lo poco o mucho que tienen, salen a atacar. Algunos intelectuales han dicho claramente: la zanja es el miedo. Las familias, los amigos se están dividiendo muy drásticamente, según de qué lado de la zanja están. Me pasó de encontrarme con amigos de toda la vida en la Feria, que ahora me dicen: yo voy a la manifestación de Pegida. No puedo hablar más con ellos, ¿cómo hacerlo?
–Desde la literatura entonces en este momento hoy debe ser más difícil, y a la vez más crítico y necesario, hablar de la inmigración y del racismo, que del Holocausto.
–En realidad están muy relacionados los temas: aquellos que hoy se oponen a la inmigración, posiblemente tampoco les interese hablar o “remover” los temas del Holocausto.
–¿Y se manifiesta esto en los libros para chicos? ¿Aparece como un tema el racismo, la inmigración?
–Para los chicos más grandes es un tema que está, hay novelas juveniles. Pero no hay mucho para los más chiquitos, y ahí es donde a mí me interesa llegar. Esa es hoy la cuestión: Cómo se pueden llevar estos temas a los más chiquitos. Porque son parte de la realidad cotidiana, los chicos lo viven, se enteran, está en las pantallas. Por tanto, el tema debe estar tratado. Acaba de salir este libro de Rose Lagercrantz, que ilustré yo (muestra el libro Das weihnacrtskind, El niño de Navidad). Es simplemente la historia de Navidad, con Jesús, María, José. Y habla del asesinato de chicos en Belén. Cuando lo ilustré (muestra una bellísima y dura imagen del libro, con madres llorando sobre los cuerpos de bebés) reflejé lo que se vive hoy, estos son los muertos de hoy en Siria y Palestina. Cuando se lee esta historia, se entiende la historia de Navidad de una forma totalmente nueva, se entiende que es una historia sobre la inmigración, sobre el exilio. Por supuesto, dependiendo del punto de vista desde donde se narra. En otra parte (muestra la imagen) dos hombres se están peleando sobre quién es dios. Las ilustraciones no dejan de ser para chicos: de un lado está el perro, del otro, el gato. Son laterales pero a la vez son centrales para dirigirse a los chicos, y cuentan otra historia.
–Y en esa discusión, uno termina matando al otro.
–Eso no estaba en el texto, lo plantee yo en la ilustración (se ve a uno de los hombres tirado en el piso, con algo rojo). Justamente es lo que me interesa trabajar: generar desde la imagen impresiones, ideas que exceden o que continúan al texto. Y son las cosas que después los chicos preguntan: ¿lo rojo es sangre?, ¿qué le pasó?, ¿por qué? Para mí, esto es la ilustración, este es el sentido de mi trabajo como ilustradora. En el texto simplemente dice: “sobre eso, los hombres se pelearon un rato largo”. Y yo hago una ilustración que cuenta más. Ahí es donde los chicos necesitan a los padres, que es a quienes pueden acudir con sus preguntas. Todo eso, entonces, está en esta historia tan hermosa de Rose Lagercrantz. Es el cuento de Navidad, sí, pero es también la historia del odio entre las personas, de la muerte irracional de unos contra otros, de los que se han quedado sin nada y son perseguidos. Es aquella historia, y es esta historia de hoy. Por eso en las ilustraciones no hice a la María y el José de los cuadros: las personas se ven como los inmigrantes que hoy llegan a Europa. Y de hecho, aquellas eran personas de esa región. Todo eso, está en un simple cuento de Navidad.
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