Sábado, 27 de febrero de 2016 | Hoy
LITERATURA › MARCEL ANTES DE PROUST. TEXTOS RECOBRADOS DE LE MENSUEL, UN LIBRO IMPERDIBLE
Entre 1890 y 1891, Proust escribió una serie de artículos bajo diversos seudónimos, en los que empieza a cristalizar el estilo de un autor único. Ahora aparece en la Argentina la primera compilación en castellano, un auténtico festín de las palabras.
Por Silvina Friera
Contengan el aliento. No se muevan, queridas lectoras. Claro que si no quieren quedarse quietas se recomienda caminar ligero hasta la librería más cercana porque el libro en cuestión, uno de los acontecimientos editoriales de este año, puede agotarse a la brevedad. “Después de varios días se puede contemplar la calma del mar en el cielo nuevamente despejado, como se puede contemplar un alma en una mirada”, se lee en el relato “Cosas normandas”, fechado en septiembre de 1891 en una modesta revista francesa, el primero firmado con nombre y apellido por quien hasta entonces colaboraba en las secciones “Music hall”, “Pintura” y “Moda” apelando a diferentes seudónimos: “Estrella fugaz”, “De Brabant”, “M.P.”, “Y.”, “Carbonilla”, “Bob” y “Pierre de Touche”. Acaso se pueda adivinar, en la respiración de la frase o en el estado larvario del estilo, al escritor en ciernes. Veinte años antes de En busca del tiempo perdido, inicia su laboratorio de escritura personal, una especie de taller literario donde se forjará la metamorfosis: el fraseo interminable, la expansión de los detalles como una coreografía que despliega la ebullición de las formas, y un puñado de frases breves fulgurantes, que suelen ser las columnas centrales de la arquitectura proustiana. Marcel antes de Proust. Textos recobrados de Le Mensuel se editó en Francia en 2012 con los once artículos publicados por Proust, recuperados por el bibliófilo y cineasta francés Jérôme Prieur, autor de un extenso e indispensable estudio introductorio. Cuatro años después, la formidable Ediciones Godot, en su colección “Exhumaciones”, presenta la primera traducción de estos trabajos al español, realizada por Matías Battistón.
“Cada nuevo lector, es cierto, inventa a Proust, pero hace falta decir que a través de los años, las épocas, las generaciones, las circunstancias, e incluso los países, las culturas, los años luz, es él el que nos inventa a nosotros, el que nos observa”, celebra un entusiasta Prieur en la introducción. “Después de un siglo, nos hemos ubicado bajo su mirada. ¿Acaso lo había comprendido todo, este diablo de hombre, recostado en su telaraña? ¿Lo había visto todo, registrado todo, descifrado todo? ¿Supo antes que yo eso que ni sé formular sobre el tiempo, el amor, los celos, el sufrimiento, el deseo, la tragedia de cada vida, la comedia humana y su ronda de máscaras? Proust lo había experimentado todo, y hemos tardado tanto en entenderlo nosotros, en creerle...”
Tenía 19 años cuando empezó a escribir en Le Mensuel, revista que apareció en octubre de 1890, dirigida por el joven Otto Bouwens Van der Boijin, compañero de Proust en el liceo Condorcet y quizás en la Ecole libre. “La peineta de carey se usa tanto en la ciudad como en el teatro”, afirma “Etoile filante” (“Estrella fugaz”), el seudónimo que elige para debutar en la revista, en noviembre de 1890, y que volverá a utilizar en dos artículos más sobre moda. “Cada vez más pequeño, el sombrero se iza sobre los rizos como un acento circunflejo. Puede adoptar la forma de una mariposa, un penacho azabache, o un par de alas de oro que se funden en un tul o un bouquet de flores”, describe “Estrella fugaz”. “El sombrero redondo todavía espera que los rayos más ardientes del Sol lo iluminen para mostrar toda su magnificencia; pero podemos adivinar que el ala será amplia, que la copa será baja, y que la disposición de las plumas y las flores nos ofrecerá implícitas e incontables fantasías.”
Prieur afirma que la moda femenina es “un arte de la vida cotidiana, una lengua, una escritura” y agrega que Proust no ha olvidado que Stéphane Mallarmé publicó una revista en 1874, La Dernière Mode, de la cual se editaron ocho números redactados exclusivamente por él. Proust será “Fusain” (“Carbonilla”) al hablar de pintura. En esta especie de carnaval de disfraces será “De Brabant”, “M.P.”, “Y.”, “Bob” y también “Pierre de Touche”. “El aspirante a escritor aprende a toda velocidad la ubicuidad que tanto va a deleitarlo. Proust entra en el círculo de sus propios personajes. Tiene sus gustos, buenos o malos, ¿pero sabemos siempre a quién está interpretando al hablar? Eso es lo que vemos aparecer en las prosas de Le Mensuel. Un hombre que adora las máscaras, un hombre loco por las mentiras y lleno de ilusiones de poder declarar al mundo su verdad”, plantea el prologuista. Como “De Brabant”, el futuro escritor francés –que nació el 10 de julio de 1871 en Auteuil y murió el 18 de noviembre de 1922 en París– deviene crítico de arte. “Las rebeliones de una juventud perturbada por las tendencias actuales son algo muy natural: existen en la literatura, la poesía, el teatro. Están latentes en el aire que respiramos, en la educación que recibimos. Y hace falta mucho carácter para resistirse a la corriente”, advierte.
La última colaboración de Proust, el relato “Recuerdo”, firmado por “Pierre de Touche”, se publicó en septiembre de 1891. El narrador visita a una joven enferma que se llama Odette, e inmediatamente remite a la futura Odette de Crécy: “Vivo de sentimientos y de olores. Sumerjo la mirada en este mar azul, cuyo tamaño, en apariencia infinito, tanto adoro. Las olas, que vienen a romper contra la costa, son pensamientos tristes que acuden a mi mente, así como esperanzas que debo abandonar”. No es un escritor principiante Marcel antes de Proust. La música de su prosa en estas exploraciones preliminares prefigura una obra maestra que interroga vivamente los signos del mundo.
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