Viernes, 14 de noviembre de 2008 | Hoy
CINE › ALICIA EN EL PAIS, LOS PERNOCTANTES Y PA-RA-DA EN EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA
Una mujer desesperada, indigentes en la pobreza extrema, artistas callejeros y niños de las cloacas son algunos de los protagonistas de las últimas exhibiciones de la competencia oficial y la sección documental del evento.
Por Horacio Bernades
Desde Mar del Plata
Para disfrutar un festival hay que caminarlo, dicen los veteranos, y la programación de la 23ª edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata parece habérselo tomado a pecho. Caminan interminablemente los Reyes Magos en El cant dels ocells, la película del catalán Albert Serra, para llegar hasta una Belén que parecería inalcanzable, y camina, camina y camina la protagonista del film chileno Alicia en el país, una de las dos películas que presenta por estos días la Competencia Internacional, ya próxima a su fin. La otra novedad de la sección de cabecera es la coproducción ítalo-franco-rumana Pa-ra-da, ópera prima de Marco Pontecorvo, hijo del legendario realizador de La batalla de Argelia. La Competencia Internacional quedará cerrada hoy, con la presentación de las dos últimas a concurso. Una de ellas, de las más esperadas: Tokyo Sonata, del gran Kiyoshi Kurosawa.
En la última imagen de Alicia en el país, un cartel explica el sentido del largo viaje de la protagonista, informando que lo que se ha narrado durante la hora y media previa es un episodio sucedido unos años atrás, sintomático de la situación de pobreza en la que viven los pobladores del lado boliviano de la frontera con Chile. Hasta ese momento, el espectador ha acompañado el interminable peregrinar de Alicia (suponiendo, por el título de la película, que la chica se llama así), sin saber hacia dónde camina, ni el motivo de su obstinado andar. Habitante de un modestísimo caserío de barro, la chica, de unos 13 años, carga un día una mochilita y sale a la Puna. Atraviesa desiertos y montañas, salinas y cumbres nevadas, afronta vientos y lluvias y cuando cruza algún riacho –de esos que por allí no abundan– aprovecha para llenar su botella de agua. Al fin de la odisea llega a una ciudad y es entonces que el cartel informa que fueron 180 km a pie, hasta llegar a la localidad chilena de San Pedro de Atacama, proviniendo del pueblito boliviano de Soniquera. Informa también que, al llegar, Alicia fue detenida por la policía y devuelta a su hogar. Destino que les cabe a miles de sus compatriotas todos los años.
¿Por qué esperar hasta el último plano para informar todo eso? ¿No podrían haberse dado pistas, mínimas aunque fuera, que permitieran acompañar a Alicia no sólo en el esfuerzo físico, sino también en el humano? En la conferencia de prensa posterior a la proyección, el realizador (el treintañero debutante Esteban Larraín, proveniente del documental) explicó que lo hizo para evitar caer en el típico film social. Lo cual puede calificarse de maximalismo minimalista: no hace falta reducir a un personaje a mera figura en un paisaje para librarlo de manipulaciones dramáticas. Al fin y al cabo, el trayecto de Alicia –y el de todas las chicas que, como ella, intentan cruzar la frontera ilegalmente, para sustentar a sus familias– es dramático de por sí. ¿Por qué desdramatizarlo entonces, hasta el punto de reducir a la chica a la condición de maratonista puneña? Son preguntas que pueden extenderse a mucho cine contemporáneo que, ante el pánico por la manipulación dramática, prefiere el vaciamiento liso y llano. Lo cual está por demostrarse que no sea un vicio equivalente.
Ejemplo de esa sobrevaloración desdramatizadora es Los pernoctantes, uno de los cinco documentales que presenta la Competencia Argentina del FicMdP. Producto de un concurso convocado por la Universidad del Cine y la distribuidora cinematográfica 791, el realizador Hernán Khourian (que, además de docente de la Fuc, cuenta con una larga experiencia en lo que se conoce como “documental de observación”) convocó a otros tres directores (uno de ellos, Sebastián Martínez, de quien un par de temporadas atrás se había estrenado la muy interesante road movie documental París-Marsella), con la premisa de salir a filmar a un puñado de personas sin techo de la ciudad de Buenos Aires: los pernoctantes del título. Si en algo se apoya el documental de observación es en el principio de no intervención. Colocadas frente a media docena de habitantes callejeros, a lo largo de una hora las cámaras de Khourian-Martínez-Carabelli-Casares se limitan a impresionar rostros, cuerpos, eventualmente voces sobre la cinta digital, encuadrando también –siempre de modo fragmentario, como para inscribirlos en un entorno más visual que dramático– detalles del ambiente en que viven.
Producto de esa férrea fijación de límites, se llega al final de Los pernoctantes con una sensación de privación, sin llegar a conocer a la señora que discursea sobre sus enfermedades imaginarias, fantasmales conspiraciones médicas y “esos yanquis hijos de puta”. O saber algo más sobre la afectuosa relación con su perro Beethoven. O sobre el vínculo entre una señora rubia, bonita y alcohólica y la mujer desdentada a la que llama “mi mamá de la calle”. ¿Documental de observación o de privación? Chicos de la calle haciendo de sí mismos protagonizan Pa-ra-da, basada también (como el film chileno) en un hecho real, protagonizado por un clown callejero y un grupo de lo que en Rumania se conoce como boskettari, o niños de las cloacas. Allí viven, tres años después de la caída de Ceausescu, chicos de edades que van de los 3 a los 16 años, cuya notoria visibilidad testimonia la criminal abstención del Estado.
Los chicos andan de acá para allá por los alrededores de una estación de trenes, cada uno con su bolsita de pegamento en la mano y esperando la aparición de algún ingenuo con plata. Encarnado por el francés Jalil Lespert (protagonista de Recursos humanos), el clown Miloud Oukili terminó formando con este grupo de boskettari una troupe circense, que aún sale de gira. No hay duda de que cabe la posibilidad de reinsertar a pequeños grupos marginales mediante actividades de este tipo. El problema de Pa-ra-da no es tanto de concepción política como de previsibilidad dramática: es obvio hacia qué clase de final se dirige. En la realidad no debe haber sido tan sencillo.
Alicia en el país se proyecta por última vez hoy a las 16, en el Teatro Auditorium. Pa-ra-da, hoy a las 21.30, en el Ambassador 1.
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