CINE › “TAKESHI’S” SE PRESENTO EN VENECIA
El día que Takeshi Kitano dio un mal paso de proporciones
El nuevo film del director japonés provocó en la prensa acreditada un inocultable sentimiento de frustración.
Por Luciano Monteagudo
Desde Venecia
“Hay una diferencia entre un fracaso y un fiasco. Cualquier tonto puede fracasar. Un fracaso no está demasiado lejos de un éxito. Pero un fiasco... tiene dimensiones míticas.” Eso piensa al menos el protagonista de Elizabethtown, la nueva comedia de Cameron Crowe, que está aquí en Venecia fuera de concurso. Y la frase se podría aplicar perfectamente a la sorpresa que Takeshi Kitano le tenía reservada a la Mostra de Venecia. Takeshi’s –así se llama el flamante film de Kitano que ayer entró oficialmente en competencia, después de haber estado guardado como un secreto de Estado– podría considerarse, sin temor a error, como un fiasco, un fracaso de dimensiones mayúsculas, de esos a los que sólo puede acceder un gran director. Esa impresión, compartida por la mayoría de la prensa acreditada en el Lido, no le impidió sin embargo al realizador japonés llevarse un cálido aplauso de un festival que lo considera como su hijo dilecto, desde que en 1997 se llevó el León de Oro por Flores de fuego y luego el premio al mejor director por Zatoichi, un par de temporadas atrás.
Tal como lo indica su título, Takeshi’s es un film autorreferencial, una suerte de 8 y medio de Kitano, que vuelve la mirada sobre sí y sobre sus múltiples oficios –como cineasta, actor y comediante de televisión–, pero sobre todo como un personaje en sí mismo. ¿Quieres ser Takeshi Kitano? también podría titularse su nueva película, parafraseando a la comedia bizarra de Spike Jonze. Durante casi dos horas, Kitano se ve reflejado en una galería de espejos deformantes, que multiplican su imagen hasta la exasperación. Esta suerte de autorretrato cubista, con ese montaje fracturado que ya es una marca en el cine de Kitano, no se propone precisamente como un elogio a su figura, que no siempre resulta favorecida. Pero aún así el film no puede escapar a la incómoda sombra del narcisismo y la autocomplacencia.
“Fellini es uno de mis directores favoritos”, casi se vio forzado a admitir Kitano en la conferencia de prensa que siguió a la proyección, después de que el periodismo italiano no resistiera la tentación de preguntarle por la probable influencia de 8 y medio. “Pero siempre tuve dificultades para entender sus films, que para mí suelen ser tristes y agrios. Creo que la belleza que encuentro en el cine de Fellini está en que puedo percibir algo, aunque no lo entienda. En este sentido, de mi nueva película les diría que no la piensen demasiado. Después de todo es sólo eso, una película, y prefiero en todo caso que cada espectador la vaya completando por su cuenta.”
Flanqueado por una inmanejable escultura en cristal, realizada especialmente para él por los mejores artesanos de la localidad vecina de Murano por encargo de la Mostra, que no resistió la tentación de ofrecerle algún regalo, Kitano se mostró como suele ser siempre: amable pero parco, seguro de sí mismo y a la vez modesto, aun a pesar de su nueva película. “No creo que haya tenido éxito en mi vida”, confesó. “Hago mi trabajo lo mejor que puedo, pero eso no necesariamente me convierte en una persona exitosa. ¿Cuánto hay de mi propia vida en Takeshi’s? Bastante, pero también quería presentar distintos personajes de mi mismo, como si fueran las marionetas del bunraku, donde al mismo tiempo se ve al títere y al titiritero.”
Su film se abre y se cierra con la que sin dudas es la imagen más perturbadora de su nuevo trabajo. Durante la Segunda Guerra Mundial, un soldado japonés yace herido de muerte en el piso, boca abajo. Cuando alcanza a levantar el rostro, se descubre a Kitano, quien a su vez ve las botas de un soldado estadounidense. No es, por cierto, la imagen de un liberador, sino la de un opresor, que luego levanta su rifle y le apunta a la cámara –los ojos de Kitano, que son también los del espectador– para una inminente ejecución a sangre fría. “Esa imagen proviene de mi infancia”, aclaró Kitano. “Muchos elementos de mi nueva película tienen su origen en sueños o pesadillas de cuando era niño y ésta es una de ellas. Ya saben, después de la guerra, Estados Unidos tuvo una gran influencia y afectó la cultura de Japón. Quizás esa imagen tenga que ver también con eso.”
¿Proyectos? Por ahora, dice Kitano, prefiere descansar. Durante el año próximo tiene pensado suspender toda actividad pública –que no es poca en Japón, considerando que se trata de una superestrella de la TV– y no otorgar entrevistas a la prensa. “Es muy agotador ser director y actor a la vez, es físicamente extenuante”, dice. Pero cuando se le pregunta por proyectos, admite que “en mis films suele haber mucha violencia y reconozco que no soy bueno tratando a las mujeres. Casi no hay mujeres en mis películas. Pero en este sentido quiero cambiar, y también quiero volver al humor.” ¿Un nuevo Kitano? Quizá la respuesta aparezca en la próxima edición de la Mostra.