Jueves, 12 de octubre de 2006 | Hoy
CINE › “LA GRANJA”, ANIMACION DE LOS ESTUDIOS NICKELODEON
Por H. B.
Madagascar, Vida salvaje, Vecinos invasores, Open Season y ahora, La granja: medio siglo y pico después de Dumbo, Bambi & Cía, el cine de animación ha redescubierto las bondades del reino animal y no está dispuesto a abandonarlo. Si las cuatro anteriores parecían una única canción con distintas entonaciones, en La granja, desde el momento en que una gallina pega el grito, avisando que el dueño se fue, y vacas, cabras, mulas y demás bichos se entregan a una joda desenfrenada, da toda la sensación de que la zoología cinematográfica ha decidido patear por fin el tablero de la domesticación, terminando de una vez con la maldición de los animalitos animados. Lamentablemente, la sensación dura 20 minutos, poco más o menos. Tras ese lapso esperanzador, la película producida por la confiable señal Nickelodeon (creadores de Bob Esponja y Los padrinos mágicos, entre otras) renuncia a sí misma y termina entregándose de pies y manos a los más trillados mitos estadounidenses.
En aquel comienzo, antes de la caída, un chancho dice “a trabajar” y se tira de panza sobre un charco roñoso, mientras varios de sus compañeros de corral juegan al poker y los dados y la vaca Otis, protagonista de la película, le hace burlas a un humano. Frenética, desaforada y totalmente desentendida de cualquier verosímil zoológico, La granja evoca inconfundiblemente, durante esos 20 dorados minutos, el espíritu de Tex Avery y Chuck Jones, Sumos Anarquistas de la Animación. En La granja, las vacas son hembras y machos indistintamente. Todas ellas (o ellos) llevan una teta única, que le cuelga justo en el lugar donde el mono desnudo lleva los genitales. “Oh, es un varoncito”, exclama una vaca papá cuando revisa a su cría recién nacida. Pero es imposible saber cómo hizo para darse cuenta, porque a ojos humanos la hembra y el macho de estas vacas tan poco vaqueras son exactamente iguales. Escrita y dirigida por Steve Oedekerk (creador de Jimmy Neutron y de –ugh– Ace Ventura), La granja trabaja sobre ese terror de los padres, que consiste en preguntarse qué hacen los hijos cuando se quedan solos en casa. Quédense tranquilos, dice La granja, que lo que hacen es un quilombo bárbaro.
Lamentablemente y como suele suceder con el cine más atrevido en el Hollywood actual, La granja se ve en la obligación de borrar con el codo lo que escribió con la mano, echando mano de mitos ajenos y moralizando el descontrol. Un mito ajeno es el del coraje, que se le irá imponiendo al chantún de Otis a partir del momento en que los coyotes (que cumplen aquí el mismo papel que las langostas en Bichos) desencadenen cierta desgracia familiar y amenacen la despreocupada vida de la granja. Otro es el de la familia, que también afectará al protagonista. Así, Otis, al comienzo una suerte de Isidorito al que lo único que le interesa es fiestear (¿una party cow, se dirá?) termina convertido en héroe de la comunidad, casado y con hijo. Y la pesadilla de los animalitos animados, que La granja parecía llamada a pulverizar, no habrá hecho más que recomenzar, tan robusta como siempre.
5-LA GRANJA
(Barnyard) EE.UU., 2006.
Dirección y guión: Steve Oedekerk.
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