Martes, 10 de febrero de 2009 | Hoy
PLASTICA › OBJETOS DE LA CULTURA OLMECA EN EL MUSEO DE ARQUEOLOGíA DE MONTREAL
En el prestigioso Museo Pointe-à-Callière (PàC) de Montreal, se presenta una gran exposición de refinados objetos de la cultura olmeca, que se desarrolló hace 2000 años en lo que hoy es el territorio de Costa Rica. Vida cotidiana y religiosidad.
Por Lilian Rodríguez *
Desde Montreal
La exposición es el resultado de una colaboración entre el Museo de Arqueología e Historia de Montreal, Pointe-à-Callière (P à C), y el Museo Nacional de Costa Rica. Se trata de la primera exposición de cultura precolombina costarricense en Canadá. Una selección pertinente y refinada de casi 230 objetos en cerámica, jade, piedra y oro.
La muestra se despliega de forma muy didáctica en las salas intimistas del museo, creando un conjunto armonioso que orienta fácilmente al espectador. Con la misma estrategia, el catálogo de la exposición, en francés y español, permite una comprensión rápida del contexto.
La exposición pone de relieve un período del territorio costarricense, ubicándolo en la extensión de la historia de la humanidad. La muestra abarca alrededor de 2000 años, desde el siglo V antes de nuestra era, hasta la llegada de Cristóbal Colon a América. El recorrido es doblemente interesante. En primer lugar, por valorar un pasado poco conocido, y en segundo lugar, en relación directa con lo que venimos de enunciar, la verificación histórica y científica de antiguas civilizaciones, anteriores a los mayas, aztecas e incas. Respecto de las culturas nativas de América latina, la arqueología tuvo que investigar y adaptarse a medida que se fueron sucediendo los descubrimientos. Por ejemplo, dentro del territorio ocupado por estas primeras comunidades, el Ecuador ocupa una posición excepcional en el conjunto de sociedades nativas. Desde 1975 se descubrieron vestigios en el occidente ecuatoriano que se revelaron con los sitios de Real Alto, Valdivia y Loma Alta. Estos sitios arqueológicos demostraron la existencia de civilizaciones mucho más antiguas que las conocidas en México. De la misma manera, en Puerto Hormiga, al norte de Colombia, los análisis científicos establecidos con carbono 14 hacen remontar los primeros vestigios al IV milenio anterior a nuestra era.
La exposición en el Museo P à C es explícita respecto de la demarcación de las zonas arqueológicas precolombinas que se distinguen en Costa Rica. Tres grandes regiones: Guanacaste, en el noroeste, donde se han hallado grandes cantidades de objetos en jade y en cerámicas policromas. Respecto del jade, probablemente fueron los olmecas quienes lo introdujeron en Mesoamérica (término de la arqueología precolombina que comprende una región vasta donde las comunidades nativas compartían rasgos culturales: los actuales México, Guatemala, Belice, El Salvador y zonas de Costa Rica, Nicaragua y Honduras).
En cuanto a las cerámicas, reproducen las formas de animales y personajes, con rostros expresivos y cuerpos más o menos corpulentos, adoptando las representaciones más diversas, tratadas libremente. Incluso denotan sentido del humor.
Diquís es otra de las regiones arqueológicas, ubicada en el suroeste del país. Esta zona legó a la posteridad objetos magníficos en oro y unas misteriosas esferas de piedra, casi perfectas, algunas de grandes dimensiones, que provocan entre el público una y otra vez la pregunta “¿Cómo las habrán hecho?”. Pregunta que surge también ante las gigantescas construcciones del Machu Picchu, Chichén Itzá o las pirámides de la Luna y el Sol en México, entre otros monumentos arqueológicos. Lo precolombino es una de las tantas maravillas del mundo que suscitan nuestra atención y ante lo cual debemos rendirnos a la evidencia de que falta mucho por investigar y conocer.
Respecto de las esferas, el catálogo reproduce la imagen de una joven mujer al lado de una de esas misteriosas esferas en piedra, algunas de las cuales tienen diámetros de más de dos metros y un peso de varias toneladas. A simple vista alejados del contexto de la exposición, y haciendo anacrónicas trasposiciones culturales y temporales, estas piezas constituyen un antecedente remotísimo del Land Art, tal como lo conocemos en la historia del arte contemporáneo. Pero como vestigio del pasado aborigen la situación es más compleja, generando hipótesis y puntos de partida para continuar el trabajo o tal vez persistir en el misterio.
La tercera zona arqueológica corresponde a la Región Central. Es la región de los metates y las vasijas trípodes. En la vertiente Este se han descubierto vestigios de grandes conjuntos ceremoniales y personajes de piedra. Los personajes antropomórficos estaban representados de forma estática, como si estuvieran absortos, en alguna función sagrada: es el caso de los brujos o chamanes (mediadores entre el mundo material y lo sobrenatural), con ornamentos lujosos, característicos de quien tenía poder en esa comunidad.
Respecto de los metates, fabricaban utensilios domésticos que servían para diversas actividades cotidianas. A partir del año 300 antes de nuestra era se aprecian metates más elegantes, adornados con representaciones zoomórficas, lo que hace suponer que estas piezas eran utilizadas para algún ritual.
Ante una exposición de cultura precolombina tendríamos que dejar de lado la mirada de la cultura occidental moderna, de los conceptos artísticos y estilísticos que no existían para estas culturas amerindias. Ellas parecen ir más allá, guiadas por sus vivencias y concepciones espirituales y religiosas. Los objetos precolombinos se presentan como la materialización de una idea, de una manera de estar y comprender al mundo; de relacionarse con los seres y entidades que lo componen, en la concepción de una realidad extendida y significante. Quizá, la búsqueda de identidad del hombre moderno se deba principalmente a la notoria ruptura con los ciclos de la Tierra, de la naturaleza, del cosmos. Si no hubiera existido la división del tiempo según la concepción cristiana, orientando nuestra percepción hacia un antes o un después de nuestra era, todos los acontecimientos serían medidos y tal vez también percibidos en un continuo. Como habitantes de un mismo planeta, como seres en diferentes ciclos y estado de evolución. En las artes visuales la influencia de las culturas precolombinas es y ha sido enorme, en diferentes etapas y tendencias del desarrollo del arte moderno y contemporáneo. Esto se verifica con otras culturas nativas y antiguas. Octavio Paz decía que si Picasso no se hubiera encontrado con las máscaras africanas, no habría habido arte moderno.
En estas culturas existía una preocupación constante de acompañar al hombre a través de sus diferentes etapas; pensaban la cotidianidad con trascendencia y concebían la muerte como un pasaje hacia otra realidad.
Confrontados con estos mágicos objetos de la exposición, podemos afirmar que la actividad artística y técnica de la sociedad precolombina que se desarrolló en el que hoy es territorio costarricense, somos testigos de un pasado de inestimable valor.
* Curadora y galerista argentina, que vive en Montreal, Canadá.
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