Viernes, 12 de mayo de 2006 | Hoy
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Que George Clooney es the perfect man queda definitivamente confirmado por esta, su segunda película como realizador. La anterior –Confesiones de una mente peligrosa– era riesgosa e interesante, aunque algo despareja. Esta es pura sobriedad, concisión y concentración, para narrar una batalla ética y política. La que durante los años ’50 entabló el periodista político y conductor televisivo Ed Murrow (extraordinario David Strathairn) contra la campaña de persecución y aplastamiento de las libertades civiles emprendida por el senador McCarthy. Clooney casi no saca la cámara fuera del estudio de televisión, narrando ese combate desde adentro y casi en tiempo real. Y en blanco y negro, como correspondía.
Tras un más que fallido debut con Geisha, el cordobés Eduardo Raspo no desaprovechó la segunda oportunidad y logró, con Tatuado, una película de gran homogeneidad. Toda una revelación, ese nuevo icono adolescente que es Nahuel Pérez Biscayart (desgarbado y con ojos de pecera) arrastra aquí a su padre (Luis Ziembrowski, cada vez más asentado en cine) tras el rastro y el enigma de la mamá, que lo abandonó cuando era bebé. Grave y reconcentrada road movie a través de los caminos de la pampa, visualmente Tatuado tiene un acabado infrecuente en el cine argentino. Magnífica utilización del formato scope, y extraordinaria fotografía en clave baja del muy talentoso Marcelo Iaccarino.
Oportuno cambio de marcha para el greco-francés Costa Gavras, que desde Z en adelante hizo del thriller político una rutina cada vez más gastada. De modo inesperado, el realizador de La confesión y Missing adapta aquí una novela policial del estadounidense Donald Westlake, que trata un tema que es como toda una obsesión para el reciente cine francés: la brusca situación de desempleo de empleados jerárquicos. Mientras mantiene el secreto en casa (como sucedía en El empleo del tiempo), el protagonista pone en práctica, de modo peligrosamente literal, una máxima del capitalismo salvaje: eliminar a la competencia. Costa Gavras acierta al narrarla en tono de sátira cruel, y logra sacudirse las polillas.
Parece de Ripley, pero aseguran que sucedió. La hija del actor Laurence Harvey abandonó su carrera de top model para trabajar como... cazadora de recompensas. La bella Keira Knightley (la misma de Orgullo y prejuicio) hace de Domino Harvey en este prototípico producto Tony Scott. Formado en la publicidad, Mr. Scott tiene un videoclip en la cabeza, y filma todo igual. Como ya lo había hecho en esa apoteosis de lo fachion (lo fashion facho) que fue Hombre en llamas, aquí tiñe cada escena de algún color (verdoso, de preferencia), mueve la cámara como un pistón y monta como quien corta fiambre. En esta licuadora visual dan vueltas Lucy Liu, lo que queda de Mickey Rourke y Jacqueline Bisset y hasta Macy Gray.
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