Sábado, 27 de septiembre de 2008 | Hoy
CINE
Por Horacio Bernades
Vestida como una abuelita (pelo recogido, anteojos, vestido maxi gris y chalequito al tono), pero llenando la sala de risitas frescas y adolescentes, en la conferencia de prensa celebrada en ocasión de otorgársele el Premio Donostia (la rueda más populosa de todo el festival), Meryl Streep se puso en el bolsillo a los varios centenares de periodistas presentes. Ante un público entre cautivo y cautivado, la actriz se ofreció a traducir preguntas de un idioma a otro, definió la actuación como un proceso de traducción, agradeció los elogios de Jonathan Demme (“filmar a Meryl es como filmar un documental, ya que en cada toma te entrega algo nuevo”), reconoció que tiene una carrera tan larga que cada vez que enfrenta al periodismo se ve obligada a repasarla y de-salentó la idea de que se habría cansado de papeles serios, anunciando que la película que está por filmar, en la que hace de madre superiora, “carece de todo humor”. No puede decirse lo mismo de quien durante la conferencia de prensa no paró de reírse, desplegando un completo repertorio de confesiones, suspiros, chistidos y exclamaciones.
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