Jueves, 20 de noviembre de 2008 | Hoy
LITERATURA
Quiero decir esto en algún sitio: he tratado de perdonar. Y sin embargo. Ha habido épocas en mi vida, años enteros, en que la cólera ha podido conmigo. La fealdad me ha sublevado. Encontraba cierta satisfacción en el resentimiento. Le abría la puerta. Lo cultivaba. Miraba al mundo con malos ojos. Nos quedábamos trabados en una mirada de mutua repulsión. Le cerraba a la gente la puerta en las narices. Me pedorreaba donde me apetecía. Acusaba a las cajeras de querer estafarme diez céntimos, mientras los tenía en la mano. Hasta que un día me di cuenta de que iba camino de ser la clase de schmuck que envenena a las palomas. La gente cambiaba de acera para no cruzarse conmigo. Era un cáncer humano. Y, si he de ser sincero, en el fondo no estaba enojado. Ya no. Había dejado el enojo en algún sitio hacía mucho tiempo. Olvidado en un banco del parque. Y sin embargo. Después de tantos años, ya no sabía ser de otra manera. Una mañana, al despertar, me dije: Aún no es tarde. Los primeros días fueron extraños. Tuve que practicar la sonrisa delante del espejo. Pero la recuperé. Fue como quitarme un peso de encima. Yo me desembaracé de algo y algo se desembarazó de mí. Al cabo de un par de meses encontré a Bruno.
Fragmento de La historia del amor (Salamandra).
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.