Lunes, 24 de noviembre de 2008 | Hoy
LITERATURA
Durante diez años, él había existido solo en su memoria, en ese mundo enrarecido entre la vida y la muerte, pasando a formar parte de la masa de desaparecidos. Había perdido hasta el nombre, y ella había tenido que convivir con su fantasma, había tenido que seguir adelante como si nada hubiera ocurrido, como si él estuviera de viaje, en unas largas vacaciones, y no desaparecido ni probablemente muerto. Al comienzo había asumido el papel de un detective pero, hasta cierto punto, todo se volvió más sencillo desde que dejó de hacerlo. No es que hubiera perdido las esperanzas; simplemente dejó de hacerlo. En el primer año de su ausencia, visitó a cada uno de sus colegas de la universidad para pedirles información. ¿Adónde había ido? Fue un hombre mayor y encorvado quien se lo dijo: no estaba seguro, pero había escuchado el nombre 1797. ¿Qué estaba investigando? Plantas medicinales, le dijo otro, pero eso ella ya lo sabía. ¿Habían tenido noticias de él? Y entonces todos desviaban la mirada.
* Fragmento de Radio ciudad perdida (Alfaguara).
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