Lunes, 29 de diciembre de 2008 | Hoy
TEATRO › OPINIóN
Por Rubén Szuchmacher
El año 2008 termina con algunas cuentas pendientes en la escena teatral porteña. Por un lado, la falta de una respuesta adecuada al problema de las habilitaciones de los teatros independientes por parte del Gobierno de la Ciudad, a pesar de los esfuerzos del ministro de Cultura, Hernán Lombardi. Todavía la mayoría de las salas no pudo regularizar su situación, protegidas hoy en día por un decreto perecedero en mayo del año que viene. Las salas padecen la falta de una verdadera política estatal de ayuda para salvar de la segura desaparición a decenas de espacios.
Por otro lado, la lenta e inexorable caída de los teatros estatales, tanto municipales como nacionales, con sus programaciones erráticas y faltas de criterios artísticos, van dejando un enorme vacío en una ciudad faro en cuanto a la acción de los teatros públicos en otros tiempos. Sería bueno que se hiciera un verdadero debate sobre el modo de conducción que deberían tener esas instituciones, hoy adornadas con andamios supuestamente reparadores de la infraestructura, pero carentes de ideas (y también de presupuestos). Y para terminar, es notable la incertidumbre que genera el cierre del Teatro Colón, el que, más allá de las palabras de uno o de otro sector, se debate entre la vida y la muerte. El Buenos Aires teatral no se merece esta situación.
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