Con excepción de Alegría, del Cirque du Soleil, las propuestas extranjeras no se distinguieron por la grandiosidad sino por un virtuosismo sin exceso, como el de Gatomaquia, del uruguayo Héctor Manuel Vidal, traslación de una novela de 1634, de Lope de Vega; el Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina, que trajo el madrileño actor, régisseur y músico Eduardo Vasco, con la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España; el espectáculo de la Opera de Pekín, y Hora X: Infierno de Dante, creación juglaresca del boloñés Matteo Belli. Otros títulos fueron Gente como uno, con Manuel Ferreira, argentino radicado en Italia. Una pieza sobre la crisis de 2001 en Argentina vista como un quiebre que puede darse en cualquier otro país; las presentaciones de los italianos Andrea Cavarra y Giovanni Balzaretti, especializados en la Commedia dell’ Arte; Los que ríen los últimos, por los integrantes de la inigualable Compañía La Zaranda. Teatro Inestable de Andalucía la Baja; Sin sangre, por Tecnocinema, grupo que dirige el actor chileno Juan Carlos Zagal; El señor Ibrahim y las flores del Corán, actuada y dirigida por el español Juan Margallo, y Bastardas, una propuesta de Andrés Morte Terés y el argentino Esteban Mihalik (residente en España) sobre el universo de Sylvia Plath.