Un hotel con historia literaria
La revista Fray Mocho comentó en su número del 21 de marzo de 1913 la creación de Ostende, una fabulosa villa balnearia de la costa atlántica que, según pronosticaba, “llegará a ser la preferida” de la Argentina. La zona, desde General Madariaga hasta Ostende, se denominaba a principios del siglo pasado Montes Grandes de Juancho. Dentro del campo de José Guerrero se había habilitado una parada ferroviaria, a 29 km del mar, con el nombre de Estación Juancho. Los pioneros belgas Ferdinand Robette y Agustín Poli compraron una fracción de 14 km cuadrados de dunas, con la idea de aprovechar urbana y turísticamente la zona. En 1909, una compañía belga al mando de Robette encaró el ambicioso proyecto al que llamaron Ostende porque les recordaba el balneario del Mar del Norte. En el proyecto original estaba prevista la construcción de un hotel de más de 80 habitaciones, el Hotel Termas, que luego se convertiría en el Viejo Hotel Ostende. Pero la naturaleza indómita de las dunas complicó el sueño del balneario y del hotel, que quedó bajo la arena. Carlos Gesell contaba que, en 1931, tuvo que ingresar al primer piso del edificio por una pasarela de tablones, ya que la arena tapaba completamente la planta baja y los alrededores, aunque el hotel seguía funcionando.
El Viejo Hotel Ostende tiene fama de refugio de escritores. Los actuales dueños conservan intacta la habitación 51 de la torre en la que estuvo alojado Antoine de Saint-Exupéry. La leyenda indica que fue en un papel con membrete del hotel donde el autor de El principito escribió sus primeros textos durante sus dos veranos en la Argentina. Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo escribieron la novela policial Los que aman, odian, cuya trama transcurre en el hotel sitiado por las tormentas de arena, y Miguel Briante un breve relato, La capelina del recuerdo (publicado en Al mar y otros cuentos).