José Américo Ghezzi, uno de los crotos más famosos, pasó veinticinco años en la vía, alimentándose de fauna silvestre o animales de corral y recogiendo anécdotas en un cuaderno Laprida. Esa base sirvió para el libro de Hugo Nario Bepo, vida secreta de un linyera, y fue una de las bases del docudrama Que vivan los crotos, dirigido por Ana Poliak. En sus recuerdos abundan los actos de solidaridad espontánea que se daban entre los que seguían, acaso inconscientemente, el mandato que lanzaría mucho después el poeta Gary Snyder: “Permanezcan juntos. Aprendan de las flores. Anden livianos”.

Una de las instituciones típicas de estos caminantes era el “Churrasco Solidario”. Según Bepo, “a veces venían tres o cuatro linyes de lugares distintos. Cada uno lo estaba pasando a mate y galleta dura porque no había nada que comer, pero un día uno de los cuatro conseguía una changa, un pique de una o dos horas para ganarse unas monedas. ‘Agranden el fuego que enseguida vuelvo’, decía tras cobrarlas, y al rato volvía con un churrasco al que hacíamos honor los cuatro. Eran quizá sus primeras chirolas en muchos días, pero no podía gastarlas solo. Después, cada uno otra vez a su hambre, y en los cargueros siguientes tomaríamos cualquier rumbo, sin saber el nombre del que convidaba ni el de mis compañeros”.