Miércoles, 11 de enero de 2006 | Hoy
Por Tato Bores *
Elogio del monólogo
“El monólogo es muy gracioso, tiene un chiste cada dos líneas, y ésa es la virtud que quería destacar. No podés hablar media hora para hacer un chiste al final. Siempre especulo con que el tipo que está mirando, el cliente, como le digo yo, es alguien inteligente que sabe de lo que le están hablando. Por ejemplo, hay una parte de un monólogo en que digo dónde hay un mango, dijo un jubilado y entonces Cavallo le contesta ahora no hay, pero vuelva en el 2020. Eso se llama sensibilidad social, dijo un monseñor. En ese remate estás diciendo lo que dijeron los obispos en las tapas de los diarios durante quince días. Yo elijo esto, hay otros que tienen otro, que te mandan a la puta que te parió, así directo, como una piedra en la cabeza. Yo pretendo otra cosa. Que a la gente que es víctima, entre comillas, de los chistes, le moleste un cacho pero no tanto, como para que después ella también se ría...
Al público hay que tratarlo bien, ésa es la verdad de la historieta. Por eso chupo frío durante toda la noche haciendo el desembarco de Colón en Bernal, pisando barro y mugre. Tratar bien al público es decirle Usted es inteligente, no subestimarlo, demostrarle que uno trabaja para él. Mi bando es el de los que quieren hacer un buen programa, no bartoleada. Si me sale mal, lo hago de nuevo cuantas veces sea necesario; si después me equivoco ya es otra cosa. En ningún programa de Tato alguien podrá decir uy, qué lata. No señor, de ninguna manera. Va a encontrar más de un momento en que va a decir puta, qué bien la pensaron, qué bien la hicieron. Y acá no hay ningún secreto, esto es laburo, no tiene otra explicación...”
* Entrevistado por Daniel Lagares en Página/12, en mayo de 1992.
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