Guillermo Saccomanno, “el perfeccionista obsesivo”, nunca se cansa de repetir la influencia decisiva que tuvo Roberto Arlt en su vida. “Para todos los escritores de mi generación y los de la anterior, él es una referencia obligada. Leer El juguete rabioso fue no sólo el descubrimiento de la literatura, sino además el descubrimiento de la ciudad y del conflicto del tipo solo en la ciudad. Pienso que es el gran escritor argentino, ni más ni menos, junto a Sarmiento, Mansilla, Cortázar, Walsh. Es nuestro Dostoievski”, ha dicho. El adolescente que se devoró de principio a fin ese “juguete” sintió que era el protagonista arltiano. “Yo era Erdosain caminando por la calle Chile o escondido en un portal para que no me empapara la lluvia. Una fantasía de chico muy importante, porque fue entonces cuando decidí que algún día sería escritor.” Frente al canon culto, el autor de La lengua del malón reivindica otra literatura, la tradición de Arlt, de Manuel Puig, de Rodolfo Walsh, en la que inscribe su propia producción. Dos literaturas han dejado sus marcas y siguen operando en sus textos: la rusa y la norteamericana. El registro del policial le sirvió como “prisma de interpretación de la realidad”, un “realismo crítico” que le permite entender cómo funciona el poder. Tolstoi, Melville, Cheever y Kafka (los Diarios del escritor checo están desgastados de tanto releerlos entre sus viajes de Gesell a Buenos Aires y viceversa) son algunas de las influencias de cuya digestión ha decantado la poética de la restricción propia de Saccomanno: “Menos es más”. Esta poética, visible en su prosa, también la adoptó en la vida. Con Faulkner, otro de sus autores capitales, coincide en el hecho de que para escribir necesita un poco de tabaco y de whisky. Y no más que eso.