Lunes, 23 de agosto de 2010 | Hoy
LITERATURA
Ese río imaginario es esta novela y yo no llegaba al capítulo final, el que contiene el único secreto válido de la literatura: el secreto de la novela que se termina. Sabía que algunas novelas son tan inmensas que no pueden llegar a terminarse, porque se siguen escribiendo ellas solas después de que el autor muere. No podía ir directo a las definiciones ni forzar el final, así que decidí tomar por el plan de emergencia. Después de todo, los belgas somos grandes campeones del billar a tres bandas, lo que me permitía alcanzar el objetivo de manera indirecta. El final estaba en esas tres bandas.
La primera banda fue la traducción; en efecto, el poner la obra en otra lengua –la que debió tener en el origen, la que quizás existe en la biblioteca de los posibles– me fue permitiendo entender algunas razones y ganar tiempo. Quería participar de la historia visible y terminé optando por la despreciada crónica esotérica de la ciudad, la novela no era de avenidas y parques sino de galerías cubiertas (...) Durante años mi escritura entró por una lengua y salió por otra como si fueran calles. No era un ejercicio de gimnasia lingüística, sino un cambio que me fue alterando, construyendo lentamente el desenlace y el final.
* Fragmento de Bruxelles piano-bar (Seix Barral).
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