Juan Carlos Mondragón nació en Montevideo, en 1951. El escritor, que vive en Francia y enseña en la Universidad de Lille, cuenta que la distancia con Uruguay es creativa. “Si me hubiera quedado, quizá no hubiera escrito. La distancia la incluyo como sujeto literario”, dice el autor de Aperturas, miniaturas, finales (1985), Nunca conocimos Praga (1986), Siete partidas (1998), Montevideo sin Oriana (2000), Pasión y olvido de Anastassia Lizavetta (2004) y Hagan de cuenta que estoy muerto (2007), entre otros. “¿Escribiría si regresara? –se pregunta Mondragón–. Ese ir o volver es jugar con fuerzas muy peligrosas que uno no siempre puede llegar a dominar. ¿Cuáles son las condiciones ideales de producción? Yo no lo sé... Lo que sé es que en este hoy y en este ahora, en mis circunstancias, Bruxelles... es una especie de polaroid, de fotocopia de lo que soy actualmente.”

–¿Está escribiendo una nueva novela?

–Envié a mis agentes narradores a Praga, a Barcelona, a Milán, a Bruselas, a Moscú. Son como una red de espías, de topos. Hace dos años me llamó uno por teléfono y me citó en un muelle oscuro. Era el topo belga que me dio una valija con una novela de Simenon, dos discos de Jacques Brel y me dijo: “Arreglate como puedas”. Y de ahí salió Bruxelles... Ahora estoy esperando la próxima llamada. ¿De dónde vendrá: de la infancia, del pasado, de una ciudad? Veremos...