Una semana a sala llena en el Village Vanguard y elogios de la crítica neoyorquina –que ya hace tiempo colocó a Guillermo Klein entre los músicos más originales de la actualidad– son las cifras de la excelente recepción de Domador de huellas en una ciudad cosmopolita y culturalmente intensa. Pero el pianista y compositor encuentra más premio a su trabajo en los ojos cerrados del genial saxofonista alto Miguel Zenón mientras fraseaba “Zamba del carnaval”, o en el formidable tecladista Aaron Goldberg flasheando con cada melodía de Leguizamón. “Esa fue otra muestra de la universalidad de la música del Cuchi, entrar en la sensibilidad de semejantes músicos”, asegura Klein.

En el homenaje del Vanguard tenía que estar también Liliana Herrero, que ya tenía todo listo para participar del gran evento. No pudo ser: la visa para entrar a Estados Unidos le fue negada. “La relación musical que entablamos con Liliana es muy fuerte. Cuando estaba por empezar a tocar en Nueva York sentí que me faltaba algo más que la cantante”, recuerda Klein. Y así, por esas cosas que pasan cuando la montaña no va a Mahoma, se armó el concierto de esta noche en Buenos Aires, invitando esta vez a viajar a Zenón y Goldberg. Richard Nant, Juan Cruz de Urquiza, Matías Méndez, Martín Pantyrer y Daniel “Pipi” Piazzolla, completan Base de Nave, la conexión argentina de Klein.

“La embajada le negó la visa a Liliana argumentando que iba a trabajar, y que con su trabajo iba a engañar al pueblo norteamericano”, cuenta Delfín Leguizamón. “Tenían razón: ¡Liliana los quería engañar! Porque para los imbéciles y su visión mercantilista, la música es un engaño que hay que derrotar. Y si no, miren cómo cierran locales de música en Buenos Aires”, concluye Delfín. Acaso acordándose de lo que alguna vez sostuvo el Cuchi Leguizamón: el problema de la música en la actualidad es que hay mucha gente que es capaz de pagar para no escucharla.