Martes, 23 de noviembre de 2010 | Hoy
CULTURA
Jaime Galgani, de la Universidad Católica Silva Henríquez
Jaime Galgani, profesor en literatura de la Universidad Católica Silva Henríquez, cuenta que hubo dos colonias tolstoianas en Chile. En la primera, fundada por Augusto D’Halmar, que funcionó en San Bernardo –localidad al sur de Santiago– participaron artistas y escritores. La segunda, de 1906 o 1907, estuvo formada por los llamados “obreros ilustrados” y se ubicó en la calle Pío IX, en Santiago. “El sentido que tenía el término anarquismo, en todos los aspectos, es muy diverso al que se tiene en nuestros días –aclara Galgani–. Dicho anarquismo tiene matices más similares al socialismo utópico de los falansterios de Fourier que al radicalismo de los movimientos homónimos del siglo XX.” Desde la crítica histórica más reciente, señala Galgani, se plantea que, más que la gran obra literaria, lo que interesa del que fuera llamado por D’Halmar “el último profeta” es la inmensa y poderosa fascinación que producía desde la distancia el proyecto comunitario experimentado en Yasnaia Poliana. “Desde Chile, y no sin algo de ingenuidad, se advertía tanto en la imagen del escritor ruso como en su propuesta colectiva un germen de renovación social y cultural. Sin embargo, es necesario advertir que en la colonia de artistas de San Bernardo se encontraron dos visiones que demostraron ser irreconciliables y terminaron por ser la causa de su disolución: la de algunos que valoraban más la dimensión estética y, por lo tanto, la obra literaria de Tolstoi, y la de otros que estaban más interesados en la realización de un proyecto social, viendo en la orientación estetizante de sus compañeros un carácter paralizador y alienante.”
El profesor chileno menciona los principales aspectos adoptados de la doctrina tolstoiana en ambas colonias: vida individual y comunitaria caracterizada por la bondad y la tolerancia, mejora en los hábitos alimentarios (vegetarianismo, en algunos casos), disciplina en la vida sexual personal (práctica del celibato en la colonia de San Bernardo), contacto con la naturaleza, vida sana y práctica de ejercicios físicos, vida en común, eliminación de los vicios (alcohol y tabaco), apostolado de la paz y la fraternidad, resistencia al mal, apertura a las periferias sociales y urbanas. Galgani cita a Rebolledo para redondear lo que representó esa experiencia: “Eramos iluminados por una luz mística: el amor a la Humanidad. Sobre todo a los humildes, a los pobres, por los que luchan sin esperanza, por los que mueren sin haber tenido jamás una satisfacción de verdadera vida”. La importancia que estas experiencias tienen en la historia del anarquismo en Chile adquiere un valor testimonial y mítico. “Se inscriben en la época auroral de las luchas por las reivindicaciones sociales como la Edad de Oro de una juventud que buscaba agruparse para compartir con desinterés y sacrificio los ideales que ellos juzgaban que eran la base de la transformación de la humanidad”, analiza Galgani. “Son el correlato edénico con que deben ser confrontadas las mezquindades morales y los egoísmos personales que han terminado por frustrar posteriores proyectos de renovación.” El profesor de literatura precisa que el fenómeno de estas colonias tolstoianas permanece recluido en la esfera del campo cultural “como un acontecimiento al que de vez en cuando se regresa, ya sea por curiosidad intelectual como por razones ideológicas”. Pero, añade, la incidencia que tuvieron en el acontecer político es “insignificante”.
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