“Nada de lo que han dicho de mí es verdad: no te olvides que están viejitos, los pobres”, se defiende Carnaghi cuando Página/12 lo entrevista, días después. “Desde un comienzo se dio ese código con los muchachos, que es una demostración de cariño. Una broma sólo se le puede hacer a un amigo, porque es cierto que las bromas tienen siempre algo de verdad. Se dio una relación muy divertida que hace que no nos aburramos nunca. Es tanta la saña cuando nos chuceamos que el chofer de la camioneta que nos lleva a exteriores nos dijo que no puede creer cómo nos dábamos, al principio se había preocupado”, subraya el actor. Consultado sobre los motivos que ayudaron a que se diera esa relación entre los protagonistas, Carnaghi cree que se debe a que todos forman parte de una misma generación. “Con años más o años menos –se explaya–, formamos parte de una época. Casi que estudiamos con los mismos profesores. Además, estamos conectados con el trabajo, con lo que hemos hecho en nuestra vida, cómo nos paramos frente a la cultura, frente al trabajo y frente al país. No coincidimos en algunas cosas, pero sí en qué significa ser actor, desde dónde trabajamos y el rol que ocupamos. Eso hace que nos podamos llevar bien. Es un placer. Yo aprendo de los tres. Trabajar con pares, que no tiene que ver con la edad sino con la pasión con la que enfrentamos el trabajo, es ideal para que la magia creativa fluya al aire.” A la hora de explicar la metodología de trabajo en escena entre el cuarteto, el actor cuenta que la libertad creativa que se les concede desde la producción potencia las cualidades de cada uno. “En Los sónicos hay bastante improvisación. Portal es un tipo que nos ha sorprendido. Escribe el libro, pero toma muchas cosas que decimos y hacemos, porque nos dimos cuenta de que mientras no grabamos seguimos con los micrófonos abiertos y nos contamos anécdotas de todo tipo, que luego las toma y las agrega en el guión. Es todo muy lúdico, al punto de que a veces nos convertimos en viejos hincha pelotas, y los técnicos bufan un poco”, reconoce Carnaghi, soltando una muda carcajada.