Miércoles, 20 de marzo de 2013 | Hoy
LITERATURA › ENTREVISTA A ARNALDO ANTUNES
“El dinero es un pedazo de papel. El cielo es uno. El cielo en la foto es un pedazo de papel. Se prende fuego fácil. Después de quemar el dinero se va para el cielo como humareda”, se lee en uno de los poemas de Las cosas, de Arnaldo Antunes, traducido y publicado por el sello Yaugurú. El músico y poeta brasileño presentará este libro durante la segunda edición del Festival Internacional de Poesía de Córdoba. “La traducción es una tarea muy difícil porque hay que entender el ritmo para alterarlo lo menos posible. Los aspectos formales son muy importantes”, dice Antunes a Página/12.
–¿Cuál considera que es la clave a la hora de traducir un poema de una lengua a la otra y qué sensación le produce encontrarse con un poema suyo en otro idioma?
–Es una sensación de curiosidad, de ver si funciona y si produce el mismo efecto. Hay algunos casos que han alcanzado ese resultado de recreación de los efectos poéticos, del espíritu del poema, no sólo del sentido del poema. Algunos poemas míos, tal vez los mejores, son los más intraducibles; pero es siempre un desafío la traducción. Creo que es a través de ritmo, la musicalidad, pero no es sólo eso, sino de un juego de palabras que tienen que ver con los sentidos. Por ejemplo, el nombre “palma”, para la palma de la mano y para la de los pies “sola”, casi como si fuera un derivado de la palabra solo. Ese tipo de cosas suceden, entonces puedo decir la palma de la mano y hablar de la hoja de la palmera; hay varios juegos como ese que son un aspecto importante de mi poesía, esos aspectos del lenguaje, eso es lo que resulta peligroso perder. Entonces cuando veo eso traducido produce satisfacción.
–¿Cómo ha sido la experiencia de escribir Las cosas con su pequeña hija como fuente de inspiración?
–Cada texto es como si fuera un compendio pedagógico sobre las cosas del mundo, una ficción poética cercana al lenguaje infantil, con todo lo que tiene de estudio del mundo. Ofrece una mirada muy virgen y entonces cada texto habla de una cosa, intentando volcarla en la poesía, a través de esa mirada casi infantil. A pesar de no ser un libro dedicado a la ciencia, tiene esa inspiración, por decirlo de algún modo. Tal vez hasta surgida en la convivencia con mi hija pequeña que tiene 12, pero entonces tenía sólo tres años, a partir de esa dicción, esa mirada, descubierta por las cosas que leía para ella. Le contaba de qué se trataban y ella hacía esos dibujos que me gustaban mucho, con los cuales el libro ha ganado otra dimensión, otro efecto poético.
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