Miércoles, 11 de noviembre de 2015 | Hoy
CULTURA
Rimbaud hizo mil trabajos, desde cortar tickets en la entrada de un circo hasta traficar armas. Cualquier cosa con tal de escapar al tedio. “En Harar y Abisinia soy mucho más feliz que en Europa”, decía. Sin embargo tenía bajones. En ocasiones se lamentaba por estar “perdido entre estos negros cuyas vidas intento mejorar y que quieren sin embargo sacar ventaja de mí (...) Teniendo que hablar su jerigonza, comer su comida sucia, sufrir mil aburrimientos como resultado de su vagancia, su deshonestidad, su estupidez” (carta a su familia desde Harar, 4 de agosto de 1888). En otras ocasiones, este santo al revés se sentía incómodo ante el rol de los blancos en Africa. “Básicamente saqueamos y masacramos la región”, explicaba. Un día, un conocido le comentó que sus poemas se seguían leyendo en París. “¡Absurdo, ridículo, desagradable!”, exclamó Rimbaud al enterarse.
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