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Lunes, 24 de octubre de 2016

CINE

Textual

En tiempos de lo fotoquímico, el registro era un rastro, una huella, una traducción y no un cálculo. Traducción significa que algo del punto de partida permanece en el punto de llegada. Es lo que denominamos analogía. La analogía, ahora, es un artefacto, el efecto de un programa de recomposición digital en la que los rastros originales han desaparecido reemplazados por algoritmos.

Hete aquí el momento histórico, el momento en el que todo bascula, en el que la imagen calculada, es decir, el mundo simulado, está a punto de prevalecer sobre la imagen registrada que está (que estaba) vinculada a la cosa filmada, al cuerpo filmado, a la palabra filmada y por lo tanto a la conciencia y al inconsciente tal como ellos entretejen y horadan cuerpo y lenguaje… es decir, vinculada a una cierta alteridad más o menos asimilable, pero no idéntica. […] Por su materia misma, por la duración de las tomas, el fotograma opone resistencia a una eventual manipulación. Cada espectador lo sabe de modo más o menos consciente. Con la imagen digital, el tiempo queda fuera de juego. La inscripción de una imagen toma siempre 1/50e de segundo, pero puede ser trabajada nuevamente durante una hora, un día, una semana. La imagen no hace referencia solamente a un tiempo dado, a una sucesión de instantes y a una inscripción de esa sucesión, sino que se hace intemporal.

No solamente tenemos dominio sobre cada punto de la imagen, cada píxel, sino que el aspecto compuesto de la imagen abre la posibilidad de un tiempo indefinido que no es ya el de la inscripción verdadera. Esta recomposición se podrá aplicar a otras imágenes para constituir un plano entero, una escena, una secuencia, quizá todo un filme gracias al cálculo del movimiento. Entre las imágenes, ellas mismas calculadas, está el movimiento que es calculado por la máquina. El fotograma fotoquímico es una imagen fija separada de la siguiente por una tira negra; en digital, los principios de compresión hacen que el espacio y el tiempo se rompan para ser copiados y pegados, en parte, sobre la siguiente imagen, o incluso sobre la siguiente. La imagen es compuesta y cada imagen se compone a partir de la precedente. Al cálculo de la imagen se agrega otro cálculo, el de la sucesión de las imágenes. La instantaneidad se hace elástica.

[…] Ya no hay inscripción verdadera, sino una fluctuación generalizada donde cada signo se revela como independiente y autónomo de los signos que lo rodean y acompañan. Digamos entonces: de-solidarización, aislamiento, desprendimiento, versatilidad. Nos parece que esto rima con “globalización”, “desterritorialización”, “deslocalización”. En una palabra: dislocación. El mundo sensible está separado de él mismo. El espectáculo, como escribía Guy Debord, es el revés del mundo de nuestra experiencia sensible. Los expertos técnicos adoran este nuevo poder que se convierte en el suyo: componer la imagen, descomponerla, actuar sobre ella desde el interior mismo de sus constelaciones de puntos. Semejante novedad puede dar vértigo.

* Extraído de Cine, modo de empleto. De lo fotoquímico a lo digital.

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