Mezclar ficción con realidad es una tentación que atrae tanto a guionistas como a productores, aunque los resultados no siempre sean los esperados. En el caso de Montecristo, la sorpresa fue más que grata ya que no sólo tuvimos una excelente recepción del público para temas que parecían “tabú”, como el caso de la apropiación de menores en la dictadura o el de los desaparecidos, sino que también recibimos el apoyo de la dirección artística de Telefé sin ningún tipo de condicionamiento o línea a seguir aportándonos desde el aval para pedir información a los organismos de derechos humanos hasta las mismas herramientas con las que el canal cuenta para las noticias reales, como periodistas del informativo o la posibilidad de convocar a personajes que hagan más creíble esa ficción.

Tratándose de un género tan popular como el de la telenovela, la posibilidad de contar esta problemática dándole un tinte de “verosimilitud” se tornó mucho más interesante, ya que permitió abordar el tema desde diferentes puntos de vista e incorporar a la ficción interrogantes que en la realidad nos hacemos sin encontrar respuesta. El hecho de poder imaginar cómo actuarían determinados personajes en ocasiones tan extremas nos ayuda a entender o por lo menos a reflexionar sobre una partecita de esta historia tan terrible. En países como Brasil o México, la telenovela es utilizada como herramienta directa de comunicación social en el sentido íntegro de la palabra. Campañas de salud, de conciencia social, de alfabetización por nombrar algunas, encuentran en este género una vía directa y efectiva para llegar al público masivo con más resultados que en una típica campaña publicitaria. Creo que se debe a la identificación que el público encuentra en los personajes, lo cual genera en quienes realizamos esta tarea un compromiso diferente al contar una historia. Es allí donde la televisión y sus productos adquieren un valor agregado y se convierten en un programa interesante y útil más allá del mero entretenimiento.

* Guionista de Montecristo.