Jueves, 16 de noviembre de 2006 | Hoy
LITERATURA › OPINION
Por Gonzalo Aguilar *
En la novela Quarup, de Antonio Callado, de 1967, una expedición parte hacia el centro geográfico de Brasil, en plena selva, para encontrar la esencia de lo nacional. Cuando llegan, sin embargo, sólo encuentran un gigantesco hormiguero. Uno podría decir que la narrativa brasileña, desde hace años, se asemeja a este gran hormiguero: plural, caótica y vital. De todas las literaturas del continente, la brasileña es claramente la más posnacionalista, es decir, la que se ha deshecho con más contundencia del legado representado por Quarup (la revelación del enigma nacional) y la que está más pendiente de los efectos de la globalización en la experiencia y en los modos de narrar. Un buen ejemplo de esto es Chico Buarque (nacido en 1944): si como músico Chico se inserta y amplía el legado brasileño (su último disco se llama Carioca), como novelista, en cambio, dialoga con Thomas Bernhard y Paul Auster, y compone narradores como el de su última novela (la estupenda Budapest), construido entre los viajes, el despojo y el anonimato. De todos los narradores brasileños, quien ha llevado más al extremo la experiencia del despojo fue Joao Gilberto Noll (1946). Pese a ser uno de los autores más prestigiosos en su país, Noll recién ahora es traducido al castellano con la edición de Lord, la última de sus novelas. A través del mismo narrador sin nombre que aparece en todos sus libros anteriores enfrentando situaciones límites y abyectas, Noll encuentra en la escritura novelística un campo de experimentación para la soledad contemporánea.
En una línea muy diferente, más vinculados al choque de culturas, se encuentran narradores como Raduan Nassar (1935) (Labor arcaica), Moacyr Scliar (1937) (junto con Nélida Piñón, los más latinoamericanos de los narradores brasileños) y Milton Hatoum (1952). Todos ellos con varias novelas traducidas al castellano, la publicación de Relato de un cierto Oriente exhibe, como dice Davi Arrigucci Jr., “un coro armónico que recuerda la tradición oral de narradores orientales: una caja de sorpresas de la que saltan las múltiples caras de los personajes, en un juego de sombras y silencio, bajo la luz ardiente de la Amazonia”.
Aunque un panorama de estas características nunca puede ser exhaustivo, no habría que dejar sin mencionar a otros tres narradores: Rubem Fonseca (1925), de quien pueden encontrarse en castellano varios libros, Silviano Santiago (1936), de quien últimamente fueron traducidos Stella Manhattan y En libertad, y Bernardo Carvalho (1960). Fonseca, como es sabido, ha sido un renovador del género policial y ha dado los mejores testimonios narrativos de la violencia urbana (hay varios herederos de Fonseca entre los jóvenes, entre los que se destaca la también traducida Patricia Melo –-nacida en 1962–). Silviano Santiago, en cambio, además de ser narrador es uno de los críticos más reconocidos en Brasil. Stella Manhattan ha sido señalada por la crítica como la primera novela gay brasileña, aunque no es sólo eso: la experimentación narrativa, las aventuras del exilio y la reflexión sobre la violencia política son otros de los elementos de este impactante texto. Por su parte, En libertad propone una reflexión sobre las relaciones entre ficción e historia a partir de la escritura ficcional del diario íntimo de Graciliano Ramos, uno de los grandes escritores brasileños del siglo XX. Publicada en 1981 cuando reinaba la literatura testimonial, mediante ese artilugio, Santiago complejizó los vínculos entre documento y verdad en una de las novelas más políticas escritas en los tiempos de la dictadura. Bernardo Carvalho, en su interesantísima Nove Noites, cuenta la historia de Bell Quain, un antropólogo que se suicidó en el Amazonas en 1939. A partir de esta muerte misteriosa, el narrador-investigador de Carvalho arma una fascinante historia en busca de la identidad del antropólogo y de la suya propia.
Si bien acercarse a los narradores jóvenes resulta más difícil por la falta de traducciones, un buen punto de partida puede ser la recientemente publicada Un amor anarquista, de Miguel Sanches Neto (1969), o la antología Vereda Tropical (Antología del cuento brasileño), donde conviven escritores consagrados (Silviano Santiago, Moacyr Scliar, Sérgio Sant’Anna) con promesas de la narrativa brasileña como André Sant’Anna (1964). Hay muchos otros nombres y algún otro recorrido: éste sólo pretende ser un mapa para orientarse en los laberínticos caminos de un hormiguero.
* Autor de Poesía concreta brasileña: las vanguardias en la encrucijada modernista.
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