–¿Qué repercusión tuvo su planteo respecto de la figura del escritor de cine?

–Hay dos tipos de escritores de cine: aquel que se dedica a desarrollar las ideas de otros, y se convierte en un escriba, y aquel que tiene una posición autoral. Son dos escritores distintos, y si yo estoy presentando un mundo tan personal, no estoy de acuerdo con que un director diga que es la película de él. Es también del escritor, que es tan autor como un director. Amores perros es la historia de mi perro, de mi calle, de mis preocupaciones. “En Paz”, el cuento de Retorno 201, es la estructura de 21 gramos, de ahí surgió exactamente la película. Por qué ese mundo, que me pertenece, se lo tiene que adjudicar el director. Una película es de todos los que la hacen, no del director. Y si se quiere llevar al extremo quién es el autor, pues vean los mundos, de dónde viene uno y otro, cuál es el mundo que está representado en esa película. ¿Por qué la película tiene que ser sólo del director?

–¿Este planteo surgió a partir de Babel o es anterior?

–Desde que lo conocí por primera vez se lo dije. “Alejandro: si vamos a hacer una película tendrá que decir que es de Guillermo Arriaga y Alejandro González Iñárritu”, y nunca salió así. Alejandro sabía de mi postura desde la noche que nos conocimos.

–Hubo una carta que se difundió, firmada por los actores y el cuerpo técnico de Babel, apoyando a Iñárritu, en la que se lo acusa de manifestar una “injustificada obsesión por reclamar la sola autoría de una película” y “desconocer que el cine es un arte de profunda colaboración”. ¿Qué piensa usted de esa carta?

–Esa carta no cambia el respeto y la admiración que tengo por todos los que la firmaron. Ellos sabrán por qué lo hicieron; algunos me han llamado para decirme que la firmaron presionados. Es una discusión que he planteado en términos profesionales, y asumo las consecuencias de esa posición. Mi vida siempre ha sido apuesta y riesgo, y no tengo por qué doblegar mi posición.