Martes, 31 de julio de 2007 | Hoy
EN ARGENTINA SE VIERON DOS PUESTAS TEATRALES
Por Hilda Cabrera
Bibi Andersson, una de las actrices preferidas de Bergman, confesó que le resultaba más fácil hacer teatro que cine y que en esto coincidía con un comentario habitual en el director: “En las películas hay demasiada gente”. Esa intimidad del teatro sedujo al realizador tempranamente.
En 1944, a los 26 años, logró dirigir el teatro de Helsingborg y se convirtió en guionista. De allí en adelante sumó direcciones como la del teatro Malmö y el Teatro Real de Estocolmo, el célebre Dramaten, donde montó Hedda Gabler, La indagación, Woyzeck, El sueño, Sonata de espectros, Camino de Damasco y otras piezas de la literatura escénica universal, a las que sucedieron puestas ambiciosas como las realizadas en Alemania, en el Residenztheatre, de Munich, que dirigió hasta su regreso al Dramaten, con Noche de reyes, de Shakespeare. Esto sin abandonar montajes en Alemania y sin modificar su comportamiento sobre los intérpretes: “Bergman deja en paz a los actores en escena, no te corta nunca. En cine se comporta de manera diferente”, señalaba Thommy Berggren, cuando Bergman presentó una versión de Largo viaje hacia la noche, en Barcelona. El mismo actor dijo entonces que cuando se le preguntaba qué es lo más importante para un director de teatro, la respuesta era “cerrar la boca”.
Escenas de la vida conyugal fue la primera obra que se vio en Buenos Aires. En abril de 1994, Norma Aleandro y Alfredo Alcón festejaban el entusiasmo que había generado en el público. Cumplían una segunda temporada en el Blanca Podestá, a sala llena. “En nuestro caso se juntan la obra, el autor y dos personajes en relaciones reconocibles para cualquiera que haya estado enamorado o haya sido amado”, comentaba la actriz. Esa identificación de sentimientos se percibe en las anotaciones del autor respecto de la obra, y a propósito de los secretos que guardan Johan y Marianne en esta Scener ur ett äktenskap.
Un segundo estreno fue Sonata otoñal, en la primera versión teatral de la película, realizada por el español José Carlos Plaza. El papel de la pianista Charlotte fue compuesto por Leonor Manso. Este personaje, que en el cine protagonizó Ingrid Bergman, llega a la casa de su hija Eva, “la pequeña avinagrada”, después de siete años de no verla. Eva la cubrirá de reproches y después de odios. Esta obra, como la anterior, abre heridas, que no son la del amor o el desamor de la pareja sino las que resultan del distanciamiento de una madre hacia sus hijas. En esta historia, Eva y Helena fueron Virginia Innocenti y Verónica del Vecchio, personajes protegidos por Víktor, compuesto por Héctor Bidonde. A diferencia de Escenas..., el director intentó preservar en ese montaje (en Multiteatro) la atmósfera cinematográfica: fragmentó el relato pero no desestimó el tono teatral, subrayado por el contrapunto entre música y texto. Para esta historia, Plaza optó por un tono menos escéptico que el que impregna el film: el director madrileño se decidió por una “relectura” de la última escena, que aquí se vio como el camino hacia un sinceramiento de los personajes, una aspiración a la verdad e incluso como un tratado filosófico sobre el amor, el odio, la soledad, la fe y la eutanasia.
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