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- Eduardo Rovner, dramaturgo y director:
Harold Pinter es un dramaturgo maravilloso: su obra ha cambiado la forma de concebir el teatro universal contemporáneo. Tiene una mirada descreída y crítica; sus personajes no responden a una lógica realista pero a la vez, por medio de un sutil y complejo retrato, se manejan dentro de parámetros que parecerían ser cotidianos, conocidos por todos nosotros. Llaman la atención sus situaciones extrañadas que se terminan creyendo como reales. Genera un mundo diferente, y desde la estética ha logrado plasmar una crítica profundamente antiimperialista.

- Pepe Novoa, actor:
El premio es el justo reconocimiento a quien ha sabido constituir una obra que aborda con inteligencia problemas relacionados con el hombre y su tiempo. Todos sus textos están en relación con el devenir temporal y los problemas que ese devenir plantea a los seres humanos. Pero al mismo tiempo es un autor social, que ataca conflictos que nos tocan a todos por igual. Mi primer contacto con él fue hace muchos años, a través de Viejos Tiempos, que en aquel momento dirigió Hugo Urquijo. Recuerdo que fue una experiencia profesional muy linda, que me estimuló para seguir de cerca a Pinter. Destaco la claridad de sus personajes, que transitan los problemas del alma humana y poseen una profundidad que no tiene nada que envidiar a los seres creados por cualquier gran autor de prosa o poesía.

- Arturo Bonín, actor:
Haber dado este reconocimiento a Pinter es colocar al teatro en un lugar vinculado a la revaloración de la palabra. En estos tiempos en que se privilegian tanto la formas sobre el contenido, es una manera de dejar en claro que ya es hora de ponerse a pensar también en lo que se dice y lo que se escribe, y no sólo en las imágenes. Pinter asumió esa actitud desde hace tiempo, por eso pienso que está a la altura de un Arthur Miller. Una obra de Pinter no puede pasar desapercibida para un actor, lo llama y lo compromete con sus problemas y los del mundo.