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Martes, 15 de abril de 2008

CINE › TRES PELíCULAS DE DIRECTORES ARGENTINOS

El ejercicio del documento

Unidad 25, de Alejo Hoijman; Bye Bye Life, tercer largometraje de Enrique Piñeyro, y La orilla que se abisma, de Gustavo Fontán, ofrecen facetas diferentes de un género que goza de muy buena salud en la producción local.

 Por Oscar Ranzani

El auge del documental en la Argentina ya lleva varios años, y el Bafici se consolidó como un espacio para trabajos no tan convencionales. Dos de los documentales en la Competencia Argentina ponen el foco en figuras artísticas e intelectuales. Uno de ellos es Bye Bye Life, tercer largometraje de Enrique Piñeyro (Whisky Romeo Zulu, Fuerza Aérea Sociedad Anónima), que deja de lado el tema de la corrupción y la desidia en la aviación para detenerse en la figura de la escritora y fotógrafa Gabriela Liffschitz, que murió de cáncer en 2004. Gustavo Fontán, que presentó El árbol en el Bafici 2006, eligió al poeta Juan L. Ortiz –más conocido como Juanele–, en La orilla que se abisma. Alejo Hoijman, en tanto, presenta un documental de observación con temática social: Unidad 25. Su título remite al único establecimiento carcelario dedicado a reclusos que practican el culto evangélico. Hoijman nació en Buenos Aires en 1972, es una de las nuevas caras del cine argentino y ya presentó en el Bafici 2005 otro documental: Dinero hecho en casa.

“En principio, las convicciones de Ortiz”, remarca Fontán sobre lo que más aprecia del poeta. “El decidió no irse de Entre Ríos en un momento en que los poetas hacían su viaje a Buenos Aires y parecía que esta ciudad era el lugar para el poeta de provincia. Ortiz decide no moverse de Entre Ríos y hace su poesía como una observación absolutamente convincente del paisaje. La poesía es un gran cuerpo pausado, paciente. Y ese cuerpo es la poesía de Ortiz. Eso me pareció muy admirable”, agrega el realizador, que no realizó un acercamiento a la figura de Ortiz sino más bien a su poética, alejándose de los cánones de una biografía. “No hay datos, no hay información en el sentido en que la entendemos. Hay un diálogo con una mirada que es la de Ortiz. No podemos decir que haya objetividad en ese diálogo, pero sí hay cercanía y contacto emocional”, explica Fontán.

El director de La orilla... detalla que el elemento narrativo que aparece en su película es “la idea de un viaje. Partimos de los lugares donde habitó Juanele. El vivió siempre en Entre Ríos, la mitad de su vida en Gualeguay y luego en Paraná. Y a partir de allí nos planteamos la idea de un viaje”. Hasta que se topó con un interesante material de archivo de Juan José Gorasurreta, que data de un año antes de que Juanele falleciera (1978). “Hay una cosa estética que tiene el material de Juan José que se parecía mucho a nuestro material nuevo. Entonces, ese material está integrado y todo ese viaje termina en un cuerpo, en un hombre en la puerta de una casa que se frota las manos y que mira. Y esa figura es Juanele. Podés no saberlo: ese viaje te lleva, de alguna manera, a ese encuentro.”

Reclusión religiosa

La idea de Unidad 25 surgió en la mente de Hoijman luego de leer una nota en Página/12: una película filmada en una cárcel-iglesia, única en su tipo, la Unidad 25 de Lisandro Olmos, cercana a La Plata. “Para estar ahí hay que acceder a un régimen religioso y aceptar una doctrina del evangelismo”, comenta Hoijman. “En general, lo que ocurre es que todas las cárceles de la provincia de Buenos Aires y muchas del país tienen, al menos, un pabellón de este tipo. Son pabellones donde convierten a los presos. Los que van son presos que, en su mayoría, se convirtieron en evangelistas en otras cárceles y que, por alguna razón, los trasladan a ésta”, señala Hoijman. Es muy atípico que llegue a la Unidad 25 algún recluso que no sea religioso. Precisamente sobre esa rareza trabaja el documental: el director eligió a un chico de 18 años, lo filmó desde el minuto mismo en el que entraba en la cárcel y registró todo el “proceso de adoctrinamiento”.

No es un caso excepcional: Hoijman dice que todos los presos que entran en las cárceles y terminan en un pabellón evangelista pasaron por este proceso. “Lo excepcional en este caso es que llegue a esta cárcel sin ser religioso, que se da cada tanto.” El cineasta define al suyo como un documental de observación; es decir, que no hay entrevistas a cámara ni locutores que narren nada. “Sí hay una historia que se narra de modo similar a una película de ficción, a través de las acciones que se ven frente a cámara, pero que fueron capturadas mientras ocurrían. Por supuesto, está mi subjetividad presente, pero en la puesta de cámara y en el montaje. Es una mirada analítica, expongo”, describe Hoijman.

El cine y la muerte

En 1995 Enrique Piñeyro tuvo la oportunidad de observar las fotos de Lin Collman, una top model norteamericana que cuando terminó su carrera por las pasarelas devino fotógrafa. “Cuando tuvo cáncer de mama se hizo una mastectomía y se sacó fotos desnuda”, cuenta Piñeyro, que reconoce que eran fotos muy impactantes porque “era un cuerpo increíble, y me gustó ese grito en el de- sierto... en un época de cirugías plásticas deformantes, que alguien se animara a mostrar su cuerpo mutilado y decir sigue siendo erótico. Cuando Gabriela Liffschitz hizo lo mismo en 1999, la contacté”, relata Piñeyro. La idea que el cineasta tenía, en un principio, “no se podía ya pensar. Yo quería que ella actuara, que hiciera cosas. Y estaba realmente en un mal momento de la enfermedad”. Cuando Piñeyro se dio cuenta de que no se podía realizar lo que tenía planeado, comenzó a escribir un guión: la primera sesión de escritura fue en el hospital. En la segunda, Liffschitz le comentó: “Mirá, me acaba de decir el médico que me quedan días”. Entonces, Piñeyro le consultó qué quería hacer. “Filmemos lo que hay”, contestó la fotógrafa. “Bye Bye Life es eso: el producto de filmar lo que hay. O en otras palabras, es una persona que eligió morirse en un set de filmación y otra que eligió documentarlo, pero siempre marcado por los tiempos del deterioro de Gabriela”, relata el realizador.

Así, el avance de la enfermedad incidió en el desarrollo del film. “La muerte es casi la negación del erotismo. Y, en realidad, lo que se ve es eso: la inminencia, lo indetenible y lo inapelable que es la sentencia de una enfermedad terminal”, concluye el director.

* Unidad 25 se proyecta hoy a las 17.45 en el Atlas Santa Fe. La orilla que se abisma, mañana a las 20 y el jueves a las 16.45 en el Hoyts. El viernes a las 19 se proyecta en Atlas Santa Fe. Bye Bye Life se exhibe hoy a las 21, mañana a las 15.15 y el viernes a las 18.15 en el Hoyts.

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