Miércoles, 7 de mayo de 2008 | Hoy
CINE
Lucía Cedrón volvió al país a comienzos de 2002, cuando la situación política, económica y social era un hervidero. No fue fácil: dejaba un país central y un buen trabajo, pero se largó a la pileta en busca de su historia. “Ahora, venir a Buenos Aires es volver –dice Cedrón–. Es el mito de la caverna de Platón que Emir Kusturica filmó en Underground: el personaje que nace en una cueva, le cuentan cómo es el mundo y le dicen que el sol es una bola redonda en el cielo muy preciosa, de fuego, y el hombre se escapa de noche y hay luna llena. Levanta la cabeza y dice: ‘el sol’. A la Argentina me la habían contado. No sabía si Callao y Corrientes se cruzaban, era como venir a ver mi Biblia.”
–¿Sigue buscando a su padre, de algún modo?
–San Agustín dice en las Confesiones: los muertos, aunque invisibles, no están ausentes. Conviví con mi padre y mi abuelo a lo largo de la escritura de la peli, y si está dedicada a mi madre y no a mi padre o a mi abuelo, es porque ellos están muertos. Sin embargo, recurro a ellos, recibí cosas suyas, tengo heridas que me duelen pero de esas heridas también se puede hacer poesía. Hago lo mejor que puedo.
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